Colombia

90 años del Concurso Nacional de la Belleza: patrimonio cultural a través de Boyacá

Qué significa ser reina de belleza hoy va más allá de estamentos cuestionados: es una plataforma para conocer el país, como lo hicieron las candidatas.

Concurso Nacional de la Belleza 2024: viaje por Boyacá
Concurso Nacional de la Belleza 2024: viaje por Boyacá (JOSE VEIRA)

¿Para qué sirve ser reina actualmente en Colombia? Claro, sin responder lo obvio: una plataforma para tener una carrera artística, o de presentación en el futuro. Pero, ¿quién en su sano juicio, y siendo de las generaciones más actuales, sigue metiéndose en un concurso donde se puede exponer a la misoginia más inmisericorde, a los estándares más anacrónicos, para muchos, y por supuesto, a un escrutinio donde un mal gesto por cansancio o un pelo fuera de lugar son una tormenta en un vaso de agua?

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Pues bien, las razones de las candidatas del Concurso Nacional de la Belleza este año, que honran una tradición de 90 años, van más allá de aquella visión superflua. Estas, que fueron invitadas por la Gobernación de Boyacá (en compañía de la gestora social Daniela Assis Fierro, impulsora de las industrias creativas de la región y ex reina ella misma) y que aguantando frío, calor, páramo y sol picante -no del rico Caribeño que uno ve en el atardecer de Santa Marta, sino del abrasador e inmisericorde de los páramos y las noches nubladas- mostraron todos sus encantos y compartieron su experiencia turística y social en medio de los más fascinantes puntos turísticos del departamento.

Las reinas en la Laguna Negra, Boyacá
Las reinas en la Laguna Negra, Boyacá (CNB)

Unos que pondrán a competir en Cartagena hasta la coronación del 10 de noviembre. Pero, con un mundo que ha cambiado tanto, y que cuestiona incluso la belleza, ¿por qué tomarse tantas molestias?

“Es servir a Colombia” le explica a NUEVA MUJER la actual soberana, Sofía Ossio Luna, recordando que más que una plataforma superficial que reproduce estereotipos, el concurso nació para llevar una labor social por todos los rincones del país hace nueve décadas a través de una figura representativa, y atractiva que aún es símbolo de moda y representación de belleza en su estamento más clásico para un país que tuvo - y tiene aún, de muchas formas, incluso en cómo concebimos la elegancia - como referente global a las reinas, editorializadas con las tendencias de las marcas colombianas en varios eventos y producciones como el Mini Cromos. Y que a través de ello recauda fondos para causas diversas.

“Una de las más motivantes para mí fue visitar el Hospital Militar Central,porque fue en diciembre, apenas me coronaron como señorita Colombia y, para mí fue muy duro, la verdad, porque soy muy sensible,pero en ese momento me llené de fortaleza y pensé que estaba ahí para llenar de esperanza a las personas (...) Quiero que me recuerden como una mujer que le metió el corazón a absolutamente todo lo que hizo, una mujer auténtica, una mujer que se preocupaba muchísimo por su gente”, añade Ossio. Y rebate esa imagen de uno de los eventos que ha sido patrimonio cultural del país.

Sofía Ossio Luna, actual Señorita Colombia
Sofía Ossio Luna, actual Señorita Colombia (JOSE VEIRA/CNB)

“Siempre hemos  tenido una misión mucho más allá de la belleza, es belleza con propósito,y la misión social ha sido parte de los primeros años del concurso del día uno hasta hoy. La belleza es un puente para usar nuestra voz. Y muchas mujeres han transformado vidas y mostrado que podemos lograr lo que nos proponemos”, ratificó.

En dos días, ella y las candidatas (ahora también divididas en ciudades y regiones) visitaron lugares icónicos - y algunos no tan explorados lo suficiente- de un departamento que sorprende por su infinidad de caminos, sus pueblos tradicionales, su gastronomía. Pudieron ver El Pueblito Boyacense, un lugar casi como el ‘Encanto’ de toda la región.

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Marcas de moda, accesorios artesanales  y cervezas como la Bruder (la más famosa y producida por la región, así como la Patriota) son la invitación para comerse una buena trucha, comprarse una ruana artesanal de Rodríguez Alba y otros artesanos. Comer génova y arepa.

Esto también se puede hacer al lado de la imponencia del monumento del Pantano de Vargas, con su café museo. Bajar de las montañas a uno de los lagos más sagrados de Colombia, como la Laguna de Tota, con sus aguas heladas y esmeraldas, en la infinidad de un silencio placentero.

Ir a Monguí y sus construcciones coloniales, o sentir cómo la naturaleza habla en la Laguna Negra y en el Páramo de Mongua. Para cómo no: terminar el día en un hotel como el Hacienda Salitre La Casona, punto de paso de Simón Bolivar en sus campañas militares, un lugar que sigue manteniendo su magia colonial, claro.

Y en el que el los amaneceres sobre las montañas se combinan con un buen chocolate con queso Paipa, un caldo de papa o un buen cocido boyacense.

Todo esto, atravesando pueblos, casas más antiguas que el concurso mismo, un eterno verdor oloroso a bosque andino, donde alguna vez vivieron pueblos milenarios.

En carreteras llenas de curvas que serpentean y muestran lugares aún no descubiertos en uno de los departamentos más fascinantes del país. Y en donde en cada punto, cada una de ellas sigue manteniendo una tradición para encontrar su propia voz.

Ser reina de belleza es casi un deporte olímpico

Claro, desfilar en tacones y tener el pelo en su lugar no se compara con una hazaña de Simone Biles: pero hay que tener la suficiente fortaleza física y mental para luego de realizar varios eventos protocolarios en diversos climas y situaciones, no derretirse como Chucky, no helarse como Jack Dawson y siempre… sonreír al que quiera pedir una foto.

Y aún así tener un porte que implica dolor (con tacones altos y botas sea en una tarima o en medio de una playa que invita a desnudar los pies, como la de Tota ), sacrificio y esa “naturalidad” que se construye todos los días.

Las reinas en un espontáneo momento en Playa Blanca
Las reinas en un espontáneo momento en Playa Blanca (JOSE VEIRA)

Lo pueden decir ellas, o cualquiera en sus zapatos en cualquier latitud del mundo : no es distinto exhibirse con la mejor actitud en Colombia que en un carnaval de Río, donde aparte de todo el trabajo se tiene que bailar y siempre sonreír. La preparación, así, es enorme. La presión también.

“Esto es llevar un mensaje de amor y unión. Conectar con la gente. Servicio social”, explica una de las favoritas al título, Catalina Duque Abreu, señorita Antioquia, quien en los 90 años del Concurso eligió para el Traje Artesanal a una mujer tan disruptiva como Débora Arango.

“Es una mujer icónica y hay una parte donde honramos a los arrieros de Antioquia, al ella montar caballo con los hermanos, cosa prohibida con esa época. Era una mujer rebelde, que nunca perdió su esencia”, afirma con admiración. También agradece que hayan cambiado el enfoque de los concursos de belleza. “Estamos más enfocados en lo social. Y estamos representando eso. Necesitamos más empatía y pasión. En ese sentido, aportan muchísimo”, aclaró.

Por su parte, la cartagenera Juliana Osorio, modelo de profesión y quien representa a la Región Caribe, mostrará en su traje a una exponente como Amira de la Rosa, con el componente de moda y visibilizar talentos creativos.

“Será una sorpresa creada con los estudiantes de la Universidad Autónoma de Barranquilla. Y es precisamente para mostrar que las reinas vamos más allá de los estereotipos. Tenemos mucho por ofrecer”, afirma. “Las reinas también son mujeres para admirar y es por eso que yo estoy aquí”, dijo con su desparpajada determinación.

Sí, quizás las reglas sean las mismas. Pero sin duda, el Concurso Nacional de la Belleza cambia en sus modos y muestra las complejidades que pasa una mujer al llegar a representar y ser símbolo de tantas agendas y plataformas que necesitan mayor conocimiento, visibilidad y apoyo.

Y eso en últimas, es lo que han logrado durante 90 años a través de una banda y una corona que por ahora ha mostrado los diversos escenarios de uno de los departamentos más versátiles en su oferta turística en Colombia.

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