La moda ha sido un acto político desde el comienzo de los tiempos, pero los detractores de Katherine Miranda creen que por usar ella un vestido de casi tres millones de pesos en la inauguración del Congreso, entonces, no puede hablar de justicia social.
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Ella se veía elegante y espectacular, y puso esta foto antes del evento, con esta inscripción:
“Inicia una nueva legislatura, gracias por su confianza. Seguiré entregando lo mejor de mi, para sacar lo mejor de mi país”, expresó. Y en un país donde la moda se sigue viendo señorial y significa “cara”, pues hasta una detractora se tomó el trabajo de buscarle el vestido. Cuesta casi tres millones de pesos, en rebaja (costaba más).
“¿Lo compró en $4.800.000 o en $2.904.000? Sólo pregunto porque como hablan de “privilegios”, expresó la resentida detractora.
“¿Por qué debe hablar de privilegios con ese vestido?”
Ya Hitler, desde su dictadura, odiaba las “vanidades”. Eso explica la aversión de la derecha hacia la moda y su uso político, por demás extensiva en el Congreso y donde las políticas mujeres fueron blancos de misoginia. Ahora bien, en Colombia, donde se ve inaccesible, cara y elitista, los derechistas y la gente del común jamás han entendido su sentido político.
Es por eso que muchos apoyaron el tuit de la detractora de Miranda, sabiendo que políticos del mismo corte también usan moda aspiracional. Y si nos vamos un poco más atrás en la historia local, Bolívar hizo lo propio en el proceso independentista y Gaitán tenía sastres para inspirar a la clase media emergente.
Hay que recordar también que la misoginia se fue derecho a las mujeres punta de lanza de la victoria del presidente Petro. A Verónica Alcocer, en un país donde prefieren a mujeres normadas, homogéneas y sin personalidad, le criticaron sus pintas (aunque fueran increíbles) y sus bailes. Y a Francia Márquez no le perdonan que use moda de diseñador, porque ya saben, las mujeres negras en Colombia sólo sirven para las fotos de propaganda de turismo y para nada más.
Ahora, a ella, a Maria Fernanda Carrascal y a otras, que usaron símbolos de moda y política, los misóginos se les fueron encima, mostrando su absoluto desconocimiento y rabia porque una mujer tenga personalidad.