Colombia

El reality de Yina Calderón es humillante y degradante para las gordas colombianas

Gracias, Yina: lo que Colombia necesita es otra mujer gorda siendo ridiculizada y caricaturizada con pésimo gusto.

Yina Calderón en "Se armó la Gorda" (Instagram)

El nuevo reality de Yina Calderón, Se armó la gorda, está lejos de empoderar a las mujeres gordas colombianas en una cultura donde incluso decirles “gordas” para muchas de ellas sigue siendo un tabú. De hecho, es humillante y degradante.

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Verlas en un video en la piscina haciendo twerking sin motivo alguno, en una piscina de higiene dudosa y verlas como carne del morbo que la influencer vende está lejos de contribuir a una causa que merece que se trate con algo más de dignidad, argumentación y representación ante la gordofobia imperante.

Por eso, al ver comentarios en ese post que puso una de las cuentas del programa, que aparte revelan gordofobia, muestran el prejuicio hacia el cuerpo no normado y lo refuerzan: ¿cuál es el propósito de mostrarnos en las mismas situaciones que la influencer vive en su día a día? ¿Choque cultural? Perdón, pero que una mujer gorda ya exista en un país que adora la belleza normada como religión, Colombia, ya es un choque cultural. Y mujeres como Adriana Convers, a través de su cuenta, su espectacular colección en Falabella y su podcast, Talla Única, han cambiado esto de a pocos.

Y ella, incluso, muestra que la lucha sigue.

Lo mismo lo ha hecho Laura Agudelo, La Pesada de Moda, con su blog y con su salón de moda, con marcas serias y versátiles, Gorda. También con sus charlas en las escuelas de moda junto a Jolie Benítez, creadora de Jo Plus Tallas Grandes (una de las mejores marcas de talla grande a nivel nacional) , donde quieren cambiar de una manera seria y académica esta concepción del cuerpo para abordarlo de otras formas ante el hecho de vestirlo.

¿Qué tiene que ofrecer Yina Calderón que no se haya hecho ya? Absolutamente nada: un show tipo “Honey Boo Boo” donde la mujer gorda tiene que hacer el ridículo y ser una caricatura. Porque sí, Yina: lo que el mundo necesita es otra gorda caricaturizada.

La representación importa

Ya hubo hace años varias mujeres de talla grande con aspiraciones de modelos y que querían crear marcas sin los básicos de preparación. Igual, es un hecho natural al mujeres como Tess Holliday y Ashley Graham mostrar que podían existir bellezas de todas las formas. El problema, es que en un contexto aún muy cerrado a las diferencias, los sesgos estaban lejos de esa aspiracionalidad.

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Y precisamente, los productos culturales hechos para las mujeres gordas colombianas que han triunfado la tienen debido a la seriedad con los que se presentan y que no veo de ninguna forma en el reality de Calderón.

De hecho, es más de lo mismo: competir ¿para qué? ¿Para ser la gorda más bonita? ¿La mejor en qué? ¿La más “segura”? Siento que es más como un circo de freaks, donde ponen a las mujeres como focas en un zoológico a saltar por un aro. Y luego de la “gorda simpática”, la “gorda comelona” y la “gorda esposa malvada y castradora” que hemos visto en bazofias como Sábados Felices y en producciones nacionales por años (la única excepción fue la maravillosa amiga de Arelys Henao), ahora llega la “gorda circo”, donde el exhibicionismo cuenta más que la forma de que una gorda pueda verse a sí misma.

Las mujeres gordas colombianas, que hemos sido insultadas por años, que nos hemos tenido que defender hasta de nuestra propia familia con sus comentarios y nos hemos tenido que ocultar, no necesitamos esto, muchas gracias. Ya basta de una representación mediocre de nuestros cuerpos, de una representación donde somos animalitos de circo que pasamos por un aro de fuego.

Merecemos algo con gusto, con aspiración, pero más allá de este sesgo (que tiene mucho de contexto socioeconómico) merecemos algo que nos muestre como mujeres que vamos más allá de la ramplonería con la que nos han querido vender en televisión, con la que nos venden ropa y con la que nos han querido mostrar durante años en un país, Estado e industria que cree que no merecemos nada.

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