Colombia

#Opinión: El único legado de la esposa de Duque es una chaqueta tan espantosa como el gobierno de su marido

Lo que haya hecho María Juliana Ruiz queda opacado ante un gobierno impopular que no supo leer a su propio país.

Maria Juliana Ruiz llamó la visita con su atuendo. (AFP) (NICHOLAS KAMM/AFP)

Por: Luz Lancheros*

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María Juliana Ruiz será masivamente recordada por varias cosas: por la desafortunada chaqueta verde que usó para conocer a Trump, la noticia de que quiso publicar un libro, supuestamente, a costa del erario y un viaje que tuvo que aclarar que no fue para abusar de algún recurso público.

Pero, por más de que haya hecho cosas -y ha sido una mujer altamente preparada- para su infortunio, no pasará como una Tutina de Santos a la historia, o como una Cecilia Caballero de López.

Esto, porque en un cargo tan ambiguo como el de Primera Dama, que en Occidente se ha reinventado de múltiples maneras (Jackie Kennedy iba por las artes, Nancy Reagan puso como bandera la lucha antidrogas, Michelle Obama, la moda y a niñez, entre otras causas ) y que ha tenido que también jugar con la imagen en la política moderna, sus acciones quedan deslúcidas ante un gobierno que deja cientos de líderes sociales asesinados, que mató a sus propios jóvenes, inconformes con sus medidas, que los invisibilizó... comenzando por ella misma.

De hecho, la frase, -en la que oscureció más que lo que aclaró - en Caras de “me asusta más la agresión ciudadana que la represión policial” no sale de una ambigüedad o falta de contexto, porque al final de la entrevista, hecha el año pasado, afirma que el Paro, la manera más desesperada para que la ciudadanía fuese escuchada nada solo lo definió como “nada bueno; un proceso de confusión, caos y casi destrucción”.

Se atrevió a decirlo meses después de que muchas madres se quedaran sin hijos que vieron en el gobierno de su marido solo corrupción, abusos, impunidad y sobre todo, un futuro negado con sangre. Se atrevió a decirlo cuando se permitió que se abaleara a gente que salía a protestar.

Se atrevió a decirlo cuando tantos fueron acallados bajo su esposo en el poder.

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Esto hace que haya desconocido todo clamor, protesta o reclamo y por supuesto, la hace tan indolente como el gobierno que su marido nos hizo padecer en cuatro años.

Y por eso, esa chaqueta verde pasará a la historia de la moda política en Colombia como una figura de espanto y surrealismo, de risa y rabia, que es lo único que ha producido su marido en todos estos años.

Ahora, si a María Antonieta la guillotinaron por esa frivolidad, quizás, en el juicio simbólico que hicieron muchos colombianos, Ruiz iría al cadalso por una pieza que mostraba que aparte de los memes, cualquier cosa buena que ella o su esposo hubiesen concretado o querido hacer, por esa indolencia y torpeza se ha ido al garete, con los peores números en popularidad que cualquier presidente ha tenido en su historia.

Una figura decorativa que no se la cree nadie

Ruíz fue injustamente criticada, eso sí, por no lucir la ropa como una Tutina de Santos, en ese eterno desconocimiento y desprecio de la derecha colombiana hacia la moda como algo “frívolo” y no como una herramienta política.

Eso, muy a pesar de que diseñadoras que dicen apoyar los artesanos y lo nuestro como Silvia Tcherassi y Johanna Ortiz apoyaron a su marido y hasta la vistieron.

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Pero de nada sirvió arreglar lo que un pésimo performance dio para alimento de la viralidad y un error de estilismo: las actuaciones subsiguientes de Ruiz no han convencido a nadie. Desde lo que hizo en la Guajira (cosa que criticaron por días) hasta lo que emprende o lidera: no dejan de recordarle que en el gobierno de su marido muchas madres se quedaron sin hijos, que se han querido robar hasta las playas, la conectividad, absolutamente todo.

Nadie la recuerda por su apellido, por su talante, por querer diferenciarse en esa eterna abulia de las esposas de los líderes derechistas que las prefieren discretas, calladitas y sin personalidad. Más bien la recuerdan por esa chaqueta, por ese libro y por ese viaje, así como por sus desafortunadas palabras. Y por más que exista una actuación para cambiar el rumbo de la credibilidad del gobierno de su esposo, nunca hubo vuelta atrás.

No hubo vuelta atrás para mostrarla como un símbolo de unión. Quedó, sí, más bien, como uno más de la indiferencia de su esposo, el mundo de papel en el que vive, su cinismo o su poco entendimiento de un país al que no supo conquistar y al que, es más, desangró cuando trató de que lo escuchara.

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Y con palabras, claro, vacías.

Pero, aparte de ella, todo se unió en esta tormenta perfecta: un styling que dejó aburridos en los que disfrutaron a Tutina como contadora de historias de moda (que no necesariamente tiene que ser, pero tuvo todo para hacerlo), alguien imperceptible que comparte, obviamente, la misma falta de realidad de su esposo.

Y por supuesto, alguien que muy a su pesar siempre será recordado por una prenda desafortunada que reúne todos los desmanes, salidas en falso y ridículos, acompañados de episodios muy negros en la historia del país, de un gobierno que jamás pudo, ni tampoco quiso escuchar lo que le pidió su gente, para comenzar.

*Las opiniones de la columnista no reflejan las del portal Publimetro Colombia S.A.S

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