No soy fan del remake. Ya “And Just Like That” y “Cowboy Bebop” hicieron sangrar mis ojos, y no esperaba nada menos de la nueva “Hasta que la plata nos separe”, que siendo sincera, no le llega ni a los talones a la original.
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Es que no entiendo para qué rehacer algo que era perfecto. Se notaba el toque de Fernando Gaitán. Se notaba el tono colombianísimo, se notaba lo castizo. Se notaban cosas que en esta telenovela brillan por su ausencia. Y son las que desarollaré para mi tesis: pienso que le quitaron el alma a la versión original, que debieron repetir en vez de ponerse a hacer una cosa maluquísima, tal y como la nueva “Café”. Y diseccionaré una por una.
1. Telemundo a todo le quita la gracia, lo edulcora y lo blanquea
Sí, es un público hispano, pero es como si por ser un público latino en Estados Unidos, los productos carecieran de la magia local, de cerebro y profundidad. Como si todo, a fuerzas, tuviera que tener un tono más de comercial, más neutro, más “estéticamente agradable”, lo que es aburridísimo.
Lo digo porque precisamente no nos destacábamos por tener galanes descerebrados y arquetípicos en la industria de la novela latinoamericana, sino por tener actores de carácter. Acá veo todo súper postizo, supremamente limpio, sin imperfecciones. En la telenovela anterior se notaba el toque local, criollo, colombiano, que hizo que las telenovelas de Gaitán fuesen tan triunfadoras en sus versiones originales. No hay nada que se sienta como propio, realmente, en ese stage que es tan ficticio.
2. Sebastián Martínez está muy lejos de ser un “Méndez”
Y ya lo había dicho más gente. Sí, el actor es impresionante en otros papeles, pero ese no era para él. Es versátil, prueba de eso fue lo que hizo como inmigrante en “Allá te espero”. Pero, ¿realmente alguien le cree, con esa cara, que es un hombre humilde promedio como el actor original, Víctor Hugo Cabrera?
Ahí precisamente recaía la gracia de la pareja protagonista: desde el comienzo se notaba la diferencia absoluta de clases en Bogotá con solo ver la presencia, postura y tipo de los personajes. Y no es clasismo de mi parte: es el clasismo que existe en Colombia y toda Latinoamérica, donde el fenotipo europeo es el que pertenece a las clases más altas. Hay incluso un término para eso: pigmentocracia. Y pues Martínez precisamente se acerca más al fenotipo de la clase dominante.
De hecho, lo que hacía a Víctor Hugo Cabrera tan adorable con el personaje es que ni tenía que esforzarse. Acá Martínez se nota que trata y trata y no le sale: es como un “gomelo” haciendo un performance de alguien de su clase social opuesta.
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3. Tampoco me convenció Alejandra Maldonado
Lo que era muy gracioso de la escena del hospital y del intro original, que contaba la historia, era que Alejandra Maldonado, interpretada por Marcela Carvajal, pegaba un grito que helaba de espanto hasta al tipo más recio (”¡QUE SE PUDRA EN LA CÁRCEL!”) . Es decir ,era una mujer fiera y sus gritos y arranques de ira la hacían una jefa temible.
Cómo fue de mayuscula mi decepción al ver al personaje de Villalobos. Casi que pasó imperceptible. No destaca en absolutamente nada, es como una mujer fría “” cualquiera bogotana de clase alta. ¿Qué pasó con ese demonio que era Alejandra Maldonado? ¿Dónde está esa mujer que literalmente hacía orinarse a todo un concesionario? No está por ningún lado.
4. El resto de los personajes también están lejos de tener un buen casting
Una particularidad de las telenovelas cómicas de Fernando Gaitán es que los personajes, más que personajes, son arquetipos. Y exageradísimos, pero al punto de no ser una parodia: uno les creía y les aceptaba esos comportamientos, porque así como graciosos, podían ser detestables y entrañables a la vez.
Prueba de eso es “La Peliteñida”, por ejemplo, con una historia triste, pero graciosa, o “Freddy”, en la eterna friendzone, pero ocurrente, en “Betty la Fea”. Y esto también pasaba en la telenovela de 2006. “La Generala” era una de esas “mamertas” frenéticas, “La Pajarita” era tan intensa que hasta la gente llegó a imitarla de lo desesperante que era. Juliette Pardau no tiene esa gracia ni por las curvas.
Ni hablar del gomelazo bobazo del novio de Alejandra: a Gregorio Pernía no le alcanza para imitar los modos abúlicos, indolentes y naturalmente desdeñosos de la clase alta bogotana que le salen tan bien a Gustavo Ángel. Prueba de eso es que hizo casi el mismo papel (pero sin la maldad) en “Los caballeros las prefieren brutas” de 2010.
Y le salía natural. Y el jefe de Alejandra actual no le llegaba en porte e imponencia al original. Y por otro lado, Santiago Alarcón hacía de un abogado digno, extremadamente remilgado y medio “nerd”. Eso lo hacía único. Acá les quitaron todo eso a todos.
5. Todo es terriblemente forzado
Gaitán triunfó también con sus novelas porque no ponía música cursi ni escenitas que sugiriesen romance en los primeros capítulos, a excepción de Café, pero a Gaviota y a Sebastián los hizo sufrir decenas de capítulos para que llegasen a verse de nuevo o al menos a relacionarse. Y en Betty, el romance comienza más allá del capítulo cincuenta.
Pues que acá tengo que ver un beso y ya Méndez dice “ah, esta mujer debe tener corazón”, mientras hay música enternecedora y ya crean una situación romántica de la nada.
¿Por? En la novela original de verdad todo se veía como un accidente del destino, donde estos dos personajes de mundos tan distintos se tienen que juntar a fuerzas con mutuo fastidio, hasta que van construyendo su relación. Entonces, ¿a qué cuento viene el beso?
Y ni contar las actuaciones, que me hacían voltear los ojos cada cinco segundos.
Bonus track: conociendo a RCN como lo conozco, ya es obvio que van a quitar la novela original de Youtube, que tuve el placer de disfrutar en pandemia. Y es una lástima, porque fue un producto que sí me deleité en ver. Espero que para 2050 no hagan un remake de Betty la Fea con Jorge Enrique Abello como Roberto Mendoza.
No insulten más la inteligencia de los televidentes. El rating se los dice todo.