Verónica Alcocer, en esta actual carrera presidencial de su marido, Gustavo Petro, ha sorprendido por la gracia, elegancia y originalidad con la que lleva la ropa. Pero no solo es ropa: Alcocer se ha preocupado por visibilizar el talento y la industria de moda colombiana genuinamente a través de su plataforma.
Ella hace recordar los buenos tiempos en los que a los periodistas de moda nos deleitaba ver a “Tutina” de Santos con sus looks, con su impecable estilo personal y en los que también mostraba lo mejor de las visiones de moda y país de varios creadores. Y a pesar de su marido no ser de izquierda ni por error, al firmar el proceso de paz la derecha recalcitrante de este país lo tilda de “comunista” y “guerrillero”. Pero ese “guerrillero”, a diferencia de sus opositores, y su esposa, sí que han sabido que la moda sirve para comunicar.
Esto también lo sabía Amparo Jaramillo de Gaitán en los años 30 y 40. En este 2022 se cumplen ya 86 años desde que su marido fue asesinado, pero de las pocas imágenes que de ella tenemos, sabemos que sabía llevar la fabulosa moda de la época con gracia y originalidad. Es más: hasta fue portada de la revista Cromos en los años 30, como toda una “it girl”. Su imponencia y elegancia adornaban su belleza aristocrática y así acompañaba a Gaitán a ciertos eventos.
Y acá viene la ironía del asunto: Gaitán jamás llegó a ponerse ruana y alpargatas (en ese tiempo desdeñadas por él y otros políticos con visión higienista y moderna del mundo y que claramente tenían implicaciones racistas y clasistas, porque la ruana era “foco de suciedad y atraso”) para mover masas. De hecho, él y su esposa sabían que entre más “distinguidos” se vieran, más reflejarían la aspiracionalidad de esa clase media naciente en los años 40 en Colombia.
Igualmente, también reflejarían aún más su ansía de revestirse de modernidad, tal y como lo menciona el autor Edward Salazar en su libro sobre la vestimenta de la clase media en Bogotá en los 50, “Nostalgias y Aspiraciones”. Y dentro de esa aspiración, Amparo podía ejercer su estilo con libertad, para mostrar un ideal, asimismo, alcanzable y deseable.
Esto, claro, no ha sido siempre una constante desde Gaitán si hablamos de la historia de la imagen de la izquierda en este país. Ni con Garzón o Samuel Moreno sus esposas llegaron a figurar de este modo. Pero es curioso que las parejas de los líderes políticos más atacados por la derecha en Colombia sean las que más puedan permitirse mostrar que la moda es un asunto de estilo, de plataforma y política. Y que hayan hecho tanto para visibilizar aspiraciones desde sus procedencias. Ahora bien, ¿por qué en la derecha pasa lo opuesto?
Esposas de la derecha: opacas, sumisas y sombras
Personalmente, jamás estuve de acuerdo con las comparaciones odiosas de físico y talla hacia María Juliana Ruíz con María Clemencia de Santos, pero debo confesar que como a mucha gente, su estilo me pareció deslucido y desconcertante desde su primera aparición pública. Y está bien, no todas pueden ni deben ser “Tutina”, que es lo más normado de este mundo, pero ella sí que nos malacostumbró. De una primera dama que se preciaba de ser individual y hasta vanguardista, pasamos a una mujer con un traje cerrado con una cruz, totalmente conservadora y opaca ante su marido, mostrando claramente un retroceso de imagen.
No le ayudó mucho después esa infame chaqueta que quedará para la posteridad en los anaqueles del meme de moda latinoamericana. Y claramente, aunque tuvo ciertos aciertos en otras apariciones, no fueron suficientes para borrar esa imagen, por lo que ella ha preferido destacar (¿en qué, realmente?) en otros asuntos.
Ahora, viendo a Lina Moreno de Uribe o a la esposa de “Fico” Gutiérrez, deduzco lo mismo. Son mujeres que prefieren estar a la sombra. No destacar. No tener una sola expresión de estilo. Toda la imagen pertenece a sus maridos. Toda la representación también. Incluso lo vi con la esposa de Char, que obedece a la norma de lo que una esposa socialité de Barranquilla debería ser. Pero realmente, nada nuevo bajo el sol.
Siendo así, me pregunto si no comunicando absolutamente nada también expresan que prefieren estar a la sombra en todo sentido y que de paso, nosotras también deberíamos estarlo, tal y como lo señalan las políticas de sus maridos hacia las mujeres. O si realmente usan la moda para la complacencia más tradicional y patriarcal en los contextos conservadores de élite en Colombia. O si quizás la ven como una herramienta innecesaria en la representación política. Quizás todas esas respuestas sean ciertas.
Por ahora, me divierte mucho ver a la gente en shock viendo que Petro (quién lo diría, ¿no?) tiene una esposa hermosa y elegante, tal y como su fórmula vicepresidencial. Y que ellas sí se atreven, como sus predecesoras a hacer de la moda toda una expresión política.