Chile

Kel Calderón: desprejuiciada e “infinitamente imperfecta”

Está a favor del aborto libre, del matrimonio y adopción homosexual, de la legalización de la marihuana y la eutanasia. En lo personal no soporta que le digan cómo comportarse ni cómo vivir su vida. A punto de salir de la casa materna, apuesta por disfrutar de su práctica en la Fiscalía Sur y los proyectos artísticos que mostrará en redes sociales.

Por Carolina Palma Fuentealba

Estas semanas son las últimas que vivirá con su mamá, Raquel Argandoña. Kel Calderón hace poco se compró departamento, cerca de su casa actual, y está feliz decorándolo. Vivirá sola, sin Pangal Andrade, su pololo hace casi 4 años. Mientras pasa este proceso realiza su práctica profesional de abogada en la Fiscalía Sur, en San Miguel, en la Brigada de Violencia Familiar y Delitos Sexuales.

Se demora una hora en el trayecto, aunque siempre llega antes del horario. No soporta la impuntualidad. Así es Kel: estructurada, pero se da permiso para salirse de la línea, si la experiencia lo amerita. Siempre quiso hacer su práctica ahí, porque un profesor le transmitió que era un espacio para aprender mucho, y aportar también. «Me ha ido bien, estoy súper contenta. Me siento como esponja, porque independiente que te vaya bien en lo teórico, en la práctica es distinto». Con respecto a las causas o vida al interior de la Fiscalía, prefiere no hablar, por la confidencialidad que se necesita.

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Sabe separar estas dos esferas de su vida. Tanto que en estos últimos años casi no recordamos su faceta artística, pero pronto la veremos de vuelta. Con una sonrisa ancha confiesa que está grabando una canción con el cantante y productor Kevin Vásquez, la cual mostrará en sus redes sociales (Facebook, Instagram y YouTube), donde ella misma crea y sube el contenido. En esa misma plataforma no duda en subir fotos provocadoras, como en la que se mostró sin pudor en topless. #freethenipple es su hashtag. Su última polémica.

«Antes quería ser como la Britney Spears, pero ahora uno aterriza sus expectativas (ríe). Valoro mucho a las personas que siguen sus sueños, que la quieren pelear. Yo me di cuenta que no sé si tenía tanta tolerancia a la frustración. Me gustaba, pero no sé si lo pasaba tan bien. La presión de saber en qué lugar va la canción, si la radio la tocaba, me atrapaba mucho. Igual me gusta sacar canciones, hacerlo para mí. Si la gente quiere, que la escuche, que la baje, pero sin presión de nada. Quiero pasarlo bien«.

Sabe que tiene mucha suerte en su vida. La agradece, pero se deja guiar por el dicho «entre más trabajo, más suerte tengo». Si se tiene que levantar a las 4 de la mañana para estar a las 6 en otro lugar, lo hace. Si no puede dormir porque tiene que estudiar y hacer un videoclip, también. Así se ha ganado todos los espacios que disfruta.

Tu mamá dijo que no quería que dejaras tu carrera por ser vedette. Exageró un poco pero, ¿quieres ejercer como abogada?
Bueno, se fue al extremo (ríe). Me gusta mucho el Derecho. No estudié porque me mandaron, sino que me gusta mi carrera. También me gusta lo que hago por fuera, como moverme en las redes sociales, trabajar un poco con moda, aunque sé que no soy referente de moda, y me enerva cuando la gente trata de encasillar. Si eres abogada, eres eso, estás en esa casilla para siempre, y pobre que salgas de ahí porque te crucifican. Me molesta incluso con mi mamá o mi papá cuando hacen comentarios de este tipo, porque en el siglo que vivimos las mujeres no somos unidimensionales. Me pasó que en una portada salí con mi familia de espalda, sin parte de arriba, u otras fotos con menos ropa, y me criticaron por eso. «Los abogados no la van a respetar, cómo piensa ser seria». Es un chaqueteo tan poco inteligente de algunas personas… Una mujer tiene muchas aristas. Yo soy hija, hermana, polola, amiga, estudiante; posteo en Instagram, y no tengo por qué encasillarme.

Has logrado quebrar ciertos prejuicios. No hay muchas figuras en el espectáculo con esas características.
Siento que la gente piensa que si alguien está en la tele, es tonta. Si es abogada es inteligente, y tiene que ser fea, desarreglada; si se preocupa de sí misma es superficial. Esas son trabas que nos ponemos las mujeres. Si cuando tenga 30 años se me da la posibilidad de trabajar en diferentes partes, si mi cuerpo me lo permite, lo voy hacer. Quizás tome algo y luego otra cosa. Jamás voy a pensar que porque me titulé voy a convertirme en una mujer seria, pulcra, de traje dos piezas. Voy a seguir igual no más.

Cuando egresaste con una súper buena nota, ¿sentiste que se rompió un prejuicio contigo?
Siento que sí, pero es una estupidez. Me fue bien en el grado, por suerte. Estudié por meses. Tengo amigas que son 10 veces más inteligentes que yo, pero que por la presión de jugarte tus años de estudio en 15 minutos o porque les preguntaron algo más difícil que al resto, no les fue tan bien. Existen muchos factores que influyen. A lo mejor daba el examen otro día, y podría haberme sacado peor nota. Gracias a Dios me fue bien, pasé con buena nota, y quizás alguien dijo «esta niña me cae pésimo, pero le fue bien en la Chile, así es que tonta no puede ser«. Efectivamente pasó un poco. Ahora me puedo permitir ser más lúdica. Si me iba mal, me hubiesen tildado de tonta para toda la vida. Una estupidez. Al día siguiente del grado no me sentí ni más inteligente ni más tonta que el día anterior.

Personalmente, ¿te consideras prejuiciosa?
Creo que todos tenemos en el ADN ciertos prejuicios que nos inculca la familia, el colegio, los amigos, pero trato todos los días de ser menos prejuiciosa. A veces uno se pilla igual. Soy súper feminista, a veces me paso un poco. Pero sí intento ser poco prejuiciosa.

Has viajado mucho, y en otras sociedades no aparece el clasismo tan claro como en Chile. ¿Estamos lejos de no ser clasistas?

Sí, pero va por los dos lados. Para decirlo en palabras simples, siento que no sólo los cuicos dicen «qué flaite», «qué roto», sino que en el otro lado también comentan «qué cuicos insoportables», «cuica tonta». Va para ambos lados, y sobre el tema de desigualdad, a Chile le falta harto para superarla. Más que las tallas, en términos de educación o de salud hay tanta desigualdad que es bien difícil que no tengamos estos dramas.

¿Te has vuelto menos clasista con los años?
Todos, incluso sin quererlo, tenemos el clasismo metido en el cerebro. Me considero una mujer infinitamente imperfecta. Siempre digo que no me tomen de ejemplo de nada, porque me equivoco todos los días. Pero puedo decir que cada vez que me pillo en una actitud prejuiciosa o tengo un comentario poco educado, trato de cambiar. Uno aprende, madura.

Hace unos meses te criticaron por subir una foto en Uruguay mientras en Chile había un incendio de proporciones. Te criticaban por inconsciente. ¿Qué te pasa con esos comentarios?
Soy súper receptiva a las críticas con asidero. Si me dicen garabatos, no me interesa, te bloqueo. A esa persona tampoco le interesa que tú cambies algo, es un insulto gratuito. Hay un doble discurso. No quiero tirar a partir a nadie, pero siento que es hipócrita decir que hay un incendio terrible, entonces todos tenemos que subir fotos autoflagelándonos. Eso no ayuda en nada. Es para decir «yo siento con ustedes». Es súper populista, súper hipócrita. Yo no iba a ayudar suspendiendo el viaje, que además era de trabajo con un casino de Uruguay, que tenía agendado hace mucho tiempo. Este sería el proceso mental: «no voy a subir fotos para que la gente no vea que lo estoy pasando bien, porque significaría que soy insensible, y no estoy sufriendo por mi país». ¿En qué le ayuda a Chile que sufra por mi país? En mi mente, es más lógico que terminara la pega que tenía que hacer y volver a ayudar. Me carga también publicar cuando uno ayuda: «Vean lo solidaria que soy».

Aunque en esa oportunidad sí lo hiciste.
Cuando ayudamos (con Pangal) quisimos hacerlo de forma proactiva, llevando cosas a los lugares. Calentando el asiento no ayudas a nadie. No quería publicar nada, pero llegamos a un refugio de animales que estaban quemados, y fue muy fuerte. Había un equipo de gente que hacía esfuerzos sobrehumanos para salvarlos. No tenían insumos, y dijeron que la mejor forma de ayudar era publicar lo que faltaba para ayudar a los animales. Ameritaba llamar a la gente a aportar. Igual no considero bueno que un tercero te tenga que guiar de cómo tiene que ser tu reacción en una catástrofe. Es demasiado irrisorio. Me gusta recibir los comentarios de la gente, leo todo lo que me escriben, pero defiendo mi derecho a opinar diferente.

¿Cómo soportas la presión diaria de las redes sociales?
Estás súper expuesto, es verdad. Personalmente tengo un grupo de amigos sólido y mi red de cercanos también es sólida. Si me dicen que debo hacer algo distinto, no me cuestiono tanto, no me angustio ni me replanteo mis valores. Entiendo que la gente recibe una imagen tuya. Uno no le puede caer bien a todo el mundo. Trato de tomar las críticas con la mayor humildad que se pueda, y el resto disfrutarlo. Uno se expone a los comentarios, ¡no puede ser todo amor, poh!

Eres un referente. Me llama a atención que eres rigurosa con tus estudios, pero a la vez muy lúdica, sales con menos ropa en revistas, carreteas y haces deporte. ¿Buscas ese equilibrio?
Soy súper trabajólica. Trato de calzar todo lo que puedo hacer. Creo que la vida es corta, y hay tantas cosas que quiero hacer, entonces meto el entrenamiento, la tesis, la entrevista, el evento. Agendo mucho. También me considero muy feminista, y me gusta que las mujeres se apoyen entre ellas. Soy íntima de la Vesta (Lugg), y antes era impensado que dos mujeres, que trabajan más o menos en lo mismo, se lleven bien si son competencia. Cuando veo a mujeres haciendo bolsa a mujeres, generalmente me meto y digo que tenemos tantas personas que le hacen la cruz a las mujeres, para qué hacerlo nosotras también. Cuando me veo diciendo «cómo puede hacer eso tal persona» paro y digo «bacán que lo haga, y ojalá lo hiciera más, y molestara a más gente». Así se caen los estereotipos. A veces me dicen que en mi pega me mirarán feo porque salí en una foto sin polera, pero nunca he tenido un profesor o colega que me diga «cómo se le ocurre, qué poco seria». Todos buena onda, muy receptivos. Las críticas vienen de otra parte.

Llevan casi 4 años de relación, ahora tendrás tu departamento. ¿Por qué no vivir con Pangal?
No es vivir juntos, pero igual es su casa. Si quiere quedarse la semana completa, bienvenido. Que ordene sus cosas no más. Él está haciendo su casa en el Cajón del Maipo y me dice que también soy bienvenida para quedarme el tiempo que quiera. «Vamos a vivir juntos en tal lugar» no está dentro de nuestros planes.

Pero de verdad, ¿te irías a vivir a la casa de Pangal en el Cajón del Maipo, en medio de la naturaleza?
Pangal siempre ha sido muy romántico con sus cosas, y hace la casa con sus manos, con vista al valle. La gente dice «qué lindo el nido de amor de los dos», pero es una imposición del resto. Es decir, ¿no tengo derecho a querer la casa en mi estilo, vivir sola un tiempo? Es una etapa importante tener tu espacio. Si Pangal o quien sea me invitara a vivir, aunque me ofrecieran irme a Abu Dabi a un templo de no sé quién, no me permitiría salir de la casa de mi mamá a la casa de un hombre, porque es muy necesario para mi transición a mujer adulta tener mis responsabilidades, manejar mi casa. No permitiría que esa etapa me la robara ni Pangal con su castillo en el Cajón del Maipo ni Juanito Pérez en otro lugar. Él también tiene derecho a que no haya una mina metida allá apenas él construya su casa. No podría llevar a sus amigos a «chelear» hasta las tantas. Él también tiene que aprovechar su casa de soltero. ¿Quién nos apura? ¡Somos los dos jóvenes todavía!

¿Pangal te conectó más con la naturaleza?
Uno nunca cambia su esencia. Me considero una mujer de ciudad, siempre he sido buena para ir al campo, tenemos uno en Talca, pero Pangal es mucho más outdoor que yo. No es bueno ni malo. ¿Sabes lo que Pangal me ha enseñado mucho? A relajarme. Soy muy estructurada, muy maniática, mi agenda es ley. Si algo se sale 5 minutos de mi agenda es una debacle. El Pangal es al revés: todo fluye, es light, se hace problemas por pocas cosas. En ese sentido, me aterriza ene. Para salir un fin de semana me gusta saber dónde nos quedaremos, qué vamos a comer. Pangal va no más, quiere que comamos cualquier cosa. Nos complementamos bien. También lo he tenido que ordenar un poco más, porque es muy disperso, muy bueno. En el rubro laboral tiene que ser distinto para que la gente no se aproveche de él.

Qué suerte tienen ambos.
Y nadie daba un peso, ¡no íbamos a durar ni 10 días! (ríe). Nos reímos ene. Discutimos por cosas tontas, como que llega con los zapatos embarrados o llego con chaqueta blanca al Cajón (ríe). «Píntame una muralla para tomarme mi foto de look para Instagram», le digo (ríe). Me dice que me la tome con un árbol milenario, y respondo «el verde es nefasto para la foto, come todos los colores». (ríe). Todos los estereotipos que la gente puede tener de nosotros, pasan, y nosotros nos reímos.

Me dijiste que eres feminista, estás de acuerdo con el aborto libre.
Sí, absolutamente. Me parece un buen avance que se apruebe la despenalización en las tres causales, porque Chile vive en la prehistoria en sus valores morales. Soy absolutamente pro aborto, pro matrimonio homosexual, pro adopción de niños por parte de homosexuales, pro eutanasia. Mi mayor razón para creer en el aborto es que se trata de un tema de salud pública. Cualquier mujer de familia con plata se toma un avión y se hace un aborto. En cambio, la niña sin plata se lo hará igual con alguna curandera, le puede dar una infección y se puede morir ella y el feto. Chile es un caballo con anteojera: «Hagámonos todos los tontos para ser un país conservador». Finalmente se hace todo a escondidas.

¿Te harías un aborto? ¿Lo tienes claro?
Cuando estás más grande es menos terrible que quedar embarazada a los 18. Pero siempre he sido pro aborto. Si quiero tener un hijo es porque lo quiero, porque quiero que sea feliz, no lo quiero traer al mundo a sufrir.

¿En tus planes está tener hijos, casarte vestida de blanco, el perro, la casa?
No tengo en mi agenda corta ser mamá (ríe). Soy muy trabajólica, entonces tengo un tema con postergar tu vida laboral por ser mamá. Planeo hacerlo mucho más adelante, pero sí me gustaría tener un hijo, creo que es importante para una mujer. Me casaría feliz. No tengo drama. Tampoco tengo drama con separarme si no funciona. Bacán si tengo una casa con marido, guagua y un Labrador. Si no, también bacán. No se me vendría el mundo abajo si no funciona, o si a mi marido le gusta otra mujer. Sufriría, pero tampoco tengo el plan de casarme para toda la vida. Siempre molesto a Pangal y le digo que estoy en una edad ideal para mi primer marido. ¡Y él me dice que soy fresca! (ríe). ¿Es que quién se casa para toda la vida en estos tiempos? Hay que desdramatizar esas situaciones. La vida tiene muchas vueltas.

Sigamos derribando ideas. ¿Has fumado marihuana? ¿Te gusta?
Sí, la he probado y soy fiel defensora de la legalización de la marihuana. No está al nivel de las drogas duras, como la tienen catalogada. No soy consumidora habitual de marihuana por una razón que te vas a morir de la risa: ¡es que después me da un hambre! (ríe). Pude haber hecho dieta el mes entero, pero después de un pito puedo comer como si el mundo se fuera a acabar. Tampoco es algo que me guste, respeto a quienes la consumen porque los hace felices o los relaja. Si me quitas la champaña, me suicido. No le encontré el gusto a fumar marihuana, pero cada uno tiene sus costumbres y me da lo mismo que alguien se fume un pito delante de mío.

Grabaste un video para incentivar la donación de órganos, donde te despedías de tu familia. Qué fuerte esa instancia.
Terrible. Mi mamá se lo lloró todo. Me invitaron a grabar pero no me dijeron cómo sería, lo que querían era reacción. Me pasaron a un salón con un camarógrafo, el periodista y yo. De repente me dicen que me imagine que manejo un auto, tengo un accidente y muero. Lo más raro es que jamás lloro en la tele, porque me da ansiedad. Me dice que imagine que tengo la posibilidad de hacer una llamada, despedirme de alguien, y me pregunta de quién me despediría. Llego a despedirme de Pangal y me matan otra vez, así es que lo más lógico era llamar a mis papás. Me piden que grabe la llamada y que reitere la decisión de donar los órganos. Súper fuerte. Dije «mamá, papá», ¡y me puse a llorar! Terminé llorando a mares. Con campañas así logras diferenciar.

¿Te da miedo la muerte?
Más que mi muerte, me da miedo que se muera la gente más querida. Siempre cuando salgo digo «te amo», «mamá, te amo», «papá, que tengas un lindo día». Siempre pienso en qué hago si se muere mañana. No ando con pánico todo el día tampoco. Se murió mi abuelo y abuela, pero uno está preparado porque son mayores, pero la de los papás debe ser terrible. Entre más grande estoy, más mamona soy. Trato de estar más con ellos. Pienso que mis amigos pueden estar a largo plazo, pero a mis papás no sé cuánto tiempo les queda.

¿Y Pangal?
Puff… Es como un kamikaze. Su hermano tuvo un accidente gigante hace poco, se quebró las dos piernas, no puede caminar por 8 meses. Fue muy cercano y haciendo las mismas pelotudeses que hace Pangal. Esa es una guerra que perdí hace 3 años y medio, cuando lo conocí.

Pelean por eso, seguro.
Sí; igual Pangal es seco en lo que hace. Es cierto que tiene capacidades sobrehumanas para los deportes. Es un tipo seco que cacha mucho de deporte, sabe de primeros auxilios, es dotado para los deportes, pero los accidentes le pasan a cualquiera. Pangal tiene poco sentido de conservación propia. Es valiente y piensa que sobrevivirá. Le digo: «Igual tienes 30 años, tiene que madurar». Me enerva que haga parapente ahora. En el kayak tiene más oportunidades, nadará, se agarrará de una roca, pero en el aire si tiene un problema, se viene abajo y nada que hacer. Me hace sufrir, pero el cabro es muy testarudo.

 

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