Chile

Gaby Hernández revela el secreto de su eterna juventud ¡y mucho más!

Cálida, divertida, sagaz, aventurera y de las que se ríe con ganas, se define “loquilla”, aunque también concreta y piola. “Así somos los capricornio”, dice.

Por: Jessica Celis Aburto.

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En 1964, Gaby Hernández (75) se fue a vivir fuera de Chile. Se quedó en México y España, países en los que se dedicó a hacer teatro y que marcaron su vida y personalidad para siempre. Volvió en 1988, año en el que cayó directo al elenco de su primera teleserie, «Bellas y audaces». «Cuando llegué se me escapaba el acento español y había escenas en las que me soltaba y empezaba a decir: ‘Pero tío! ¡¿Qué hace!?’. Ricardo Vicuña, el director, me tenía que recordar que estaba en Chile y no en Madrid», recuerda (risas).
En España estuvo en el final del franquismo, el golpe de Estado de Tejeros, la muerte de Franco, la transición, y La Movida española. Esta última época recuerda haberla vivida a concho. «Como soy medio loquilla lo pasé muy bien. Fue un tiempo en el que me entretuve mucho», dice.

¿Te desbandaste?
Nací un poco desbandada (risas), pero siempre con un lado que está muy tranquilo, porque vengo de una familia muy tradicional. Mi padre era español, estudié en el Manuel de Salas, todo muy políticamente correcto.

¿Y en qué cosas te defines como una «loquilla»?
No me gustan los convencionalismos. No tengo religión, y por ejemplo la Navidad, como evento consumista, me carga. Los tacos, la gente, esa locura, no la soporto. Tampoco me gusta la maternidad obligatoria. El «deber ser» no va conmigo. Si te gusta algo, perfecto, pero no me parece que todos deban seguir un orden establecido, ¿por quién? ¡No nos obliguen a ir a todos por la misma ruta, porque hay miles!

¿Cuál es el acto más zafado que has hecho?
Pasarme 3 meses en el desierto de El Sahara, y viajar casi un año por la zona, desde Marruecos hasta Egipto, en los 70. Fui con el que era mi marido. En esos años viajábamos y viajábamos. Nos compramos una Volkswagen Kombi y partimos a recorrer el mundo. Quizás no es algo excepcional ahora porque todos lo hacen, pero en esos años sólo los hippies y nosotros. ¡Éramos hippies! ¡Todos lo eran en esos años! (risas).

Al escucharte hablar, de alguna manera me llevas a «Lita», tu personaje en «Pituca Sin Lucas». ¿Eres muy parecida a ella?
Claro. Si me decían mucho que «Lita» era yo, pero vestida de cuica (risas). Quise hacer a «Lita» más loca de lo que estaba escrito en el libreto y los guionistas (Nena Muñoz y Rodrigo Bastidas) me lo aprobaron. Quise hacerla así porque si no iba a resultar la típica señora cuica que ya se ha hecho tanto…

La exposición pública que tuviste con esa teleserie, ¿repercutió en tu rutina diaria?
No tanto, pero algunas cosas, como ir a comprar ropa a Bandera, ya no lo hago. La gente siempre ha sido bien cariñosa conmigo, no me puedo quejar. Antes, si me reconocían, me saludaban y me dejaban ir. Con «Pituca…» noté un cambio porque ahora me piden fotos, y eso ha sido un poco complejo para todos. Soy muy amable, agradezco el cariño, pero prefería el anonimato, soy más bien piola. También la exposición me ha dado cosas lindas, como por ejemplo cuando me han visto haciendo fila en lugares públicos, me han dejado pasar para que no la haga…

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¿Qué cosas te gusta hacer cuando no estás actuando?
Soy bien dual, como buena Capricornio. El símbolo del signo es una cabra, pero que tiene una cola de pez muy larga que se hunde en las profundidades del agua. Entonces, para arriba soy bien empeñosa y tiradora para arriba, y para abajo –todo lo que es el subconsciente– soy bien aterrizada, concreta. ¡Así somos los capricornio! Me gusta la música clásica, el jazz, el flamenco y leer mucho.

¿Y practicas alguna actividad física o tienes un hobby?
Bailaba flamenco, pero hace rato que no lo hago. También practiqué Tai Chi, Bikram yoga, Kundalini, pero no estoy haciendo nada ahora. Soy muy poco constante para el ejercicio…

Quizás te gustan muchas cosas a la vez…
Me gustaban, ahora ya no me da el cuero para tanto (risas).

¿Cómo es una semana normal para ti?
Leo mucho, veo harto cine, toco piano en mi casa, veo amigos.

¿Muy sociable?
Muy. Me encanta estar con gente, pero también sola. Como trabajo con tantas personas, llegar a mi casa, prender la luz y sentir el silencio me encanta. También tengo mis ratos depresivos como todo el mundo, porque la vida es jodida.

¿Qué haces cuando te encuentras en medio de la pena?
Me la banco. Pienso que me servirá cuando tenga que hacer un drama. No le hago el quite a la tristeza. No soy muy de llorar, pero me quedo tranquila, re-pienso las cosas, escribo lo que me pasa.

¿Y qué has hecho para que el cuerpo te acompañe tan bien?
Como bastante sano, y de todo. Bebía harto y probé de todo cuando andaba en La Movida, pero eso ya es pasado. ¡Imagínate seguir pegada! (risas) Soy de contextura delgada, además, así que eso ayuda mucho.

En una entrevista dijiste que no te has hecho cirugías estéticas, sólo ponerte bótox en la frente.
Bótox y ácido hialurónico en la zona de los labios y la sonrisa, algo que debería hacer ahora (risas). A mi cuello también le pegaría una estiradita, pero todavía no.

Lo físico no es un tema para ti.
No. Nunca me encontré guapa. Como dicen en España, era «resultona», tincuda, pero no bonita, y siempre fui por la cosa vital, por estar fascinada con mi carrera, que después de 50 años me sigue gustando. Eso me da energía. Si tuviera que trabajar en algo que no me gusta, estoy segura que se reflejaría en mi espíritu.

Lo que sí es un tema es la moda…
¡Sí! Me encanta la ropa, siempre me gustó. Antiguamente uno se hacía la ropa con una costurera, hasta el uniforme se hacía a mano. A mi papá le gustaba todo muy bien cortado. Aprecio el diseño.

¿Algún dato?
Compro en tiendas que tengan ropa con un diseño distinto y también en la ropa usada. Iba mucho a Bandera pero ahora no, como te contaba, porque me reconocen más y me han dicho «¿qué hace usted aquí?», de manera no muy agradable, así que dejé de ir.

¿Y eres de gastarte mucha plata en algo que te vuelva loca?
No, soy amarrete. ¡Mientras más barato y mejor se vea, mejor! (risas).

¿Nunca te compraste algo muy caro?
No, nunca. ¡Qué terrible ser amarrete! ¡Capricornio! (risas). En lo que sí gasto es en viajes. Me encanta viajar. Cuando terminó «Pituca sin Lucas» me fui a Polonia, que no conocía. Estuve en Varsovia, Cracovia. También me recorrí toda la región Bretona, en Francia, y por supuesto pasé por España, donde tengo amigos entrañables.

¿Viajas sola?
Sí, pero llego a casas de amigos.

¿Hablas otros idiomas?
Inglés y francés. Aprendí en el colegio y me preocupé de cultivarlos con esos cursos que se compraban con libros y casettes.

El corazón de Gaby

A su único marido, el fallecido antropólogo uruguayo José María Montero, lo conoció a través de amigos en común en México. Él estudiaba en la Universidad Autónoma de México (UNAM), y ella estaba presentando «La Pérgola de Las Flores» con la Universidad Católica. Antes de empezar su relación sentimental fueron amigos. Compartían departamento, pero dormían en dormitorios distintos, hasta que se fueron «enredando», como ella dice. Estuvieron 17 años juntos, y de la unión nació su única hija, María José (43), ilustradora de profesión y mamá de Clemente (8).

¿Cómo es tu relación con María José?
Nos queremos mucho y somos totalmente diferentes, tanto en lo físico como en forma de ser. La crié muy libre y prácticamente sola, porque a los 10 años nos separamos con su papá. Le dejo su espacio. Tenemos una relación muy buena.

¿Por qué es tan distinta a ti?
Ella es muy tranquila, apacible, no le gusta trabajar si no es en lo suyo. Se ríe mucho de mí, pero con humor.

¿Qué opina de tu trabajo?
Nunca le ha interesado. No ven teleseries ni ella ni mi nieto. Una vez, cuando fui a buscar a Clemente al colegio, la gente se me acercó y él me preguntó si era famosa. Le dije que no, que hay una teleserie en la que yo trabajo y que ven muchos niños.

¿Y cómo es tu nieto?
Él es muy simpático. Me dice Mucky y parece que tuviera 14 años. Sabe lo que le gusta, y muchos de sus gustos son como de pre-adolescente.

Y tú, ¿cómo eres de abuela?
No ejerzo mucho de abuela porque no tengo tiempo, pero lo veo los fines de semana. Generalmente está con amigos o con el hijo de la pareja de María José y no me da mucha pelota, pero cuando me da, jugamos.

¿Qué lugar ocupa el amor de pareja para ti hoy?
No lo tiene. Disfruto mi vida como es hoy. He sido una mujer de relaciones largas , y puedo decir que he tenido 3 importantes, en las que he vivido el amor y la pasión profundamente. Primero mi marido, luego un holandés y después un norteamericano. Creo que he sido buena pareja… No soy de mandar y cambiar al otro, eso es lo peor. Tampoco lo han hecho conmigo. Y cuando me he separado, no ha habido dramatismo. He tenido muy buenas parejas, partiendo con el papá de mi hija. La amistad y la familia para mí es otra forma de vivir el amor.

La mapuche de «Pobre Gallo»
En la nueva vespertina de Mega, Gaby interpreta a «Rayén Huaquimil», una mujer mapuche que «es muy mamá y tiradora para adelante, trabajadora y muy fortachona siempre pese a su delgadez», como ella la describe. Su marido es encarnado por el actor Fernando Farías, con quien también fue pareja en «Pituca Sin Lucas». «Él es mayor, se llevan muy bien y lo quiere mucho, pero pelean harto también», cuenta.

Y agrega: «Espero que nadie se enfade ni se sienta. El tema mapuche ha sido tocado en series como ‘Sitiados’, pero esto es una teleserie y está planteado de forma más liviana. Me ha pasado que en las grabaciones me han tenido que recordar que es una teleserie y no un documental, y me gustaría que la gente así lo entendiera».

En lo personal, ¿tienes algún acercamiento especial con la cultura mapuche?
Sí. Cuando volví a Chile me fui a vivir todo un verano a una comunidad mapuche que se llama Torobayo, cerca de Nueva Imperial. Quería conocer su cultura. Todavía soy amiga de la familia con la que estuve, pero hace rato que nos los visito. La hija de una amiga está casada con el poeta Elicura Hueichulaf, lo que también me ha acercado a ese mundo. Soy de Valdivia, y creo que por parte de mi madre, que es chilena, tengo sangre mapuche, como muchos chilenos. Me gustan las etnias.

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