Por: Valeska Silva Pohl.
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Se ha hecho tan famosa que incluso el nombre con el que se comercializa ya figura en el diccionario de la Real Academia Española (RAE): Bótox: toxina bacteriana que se utiliza en cirugía estética. Sin embargo, más allá de su uso para eliminar las arrugas y flacidez facial, ha sido para muchas personas un alivio a sus dolencias.
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La toxina botulínica tipo A se comercializa como Bótox y Bótox Cosmetic, y su principal propiedad es que paraliza ciertos músculos. Por ello es que más allá del ámbito de la estética, la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), organización encargada de evaluar la seguridad de los productos de consumo, lo ha aprobado en el tratamiento de diferentes patologías.
De hecho originalmente su uso es precisamente médico. Las primeras aplicaciones de la toxina fueron como tratamiento corrector del estrabismo, patología oftalmológica caracterizada por la laxitud de los músculos encargados de movilizar el globo ocular. Hasta hoy se utiliza para su corrección y, lo más importante, evita realizar una cirugía.
La neurología es otra de las ramas de la medicina que la utiliza para tratar diferentes trastornos, sobre todo aquellos relacionados con las contracciones involuntarias de los músculos (distonías). La neuróloga Cecilia Cárdenas explica que «la toxina botulínica bloquea la placa motora, que es donde ocurre la estimulación, ahí se manda la señal al cerebro y ésta permite que el músculo se contraiga. Lo que hace es que bloquea esta señal».
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Otros tipos de distonías tratadas son el espasmo hemifacial, ciertas distonías de miembros y afecciones que cursan con una hiperactividad muscular y temblores. También se usa frecuentemente en el tratamiento de migrañas, cuando los medicamentos no surgen efecto.
«No es un tratamiento definitivo que va a curar el problema. Lo que hace es aliviar las molestias y permitir realizar ciertas funciones que están impedidas, pudiendo aliviar también el dolor. Su duración es de tres meses. Luego hay que volver a infiltrar la toxina», explica Carolina Oelker, neuróloga clínica de la Universidad de los Andes.
Ambas especialistas sostienen que puede ser utilizada en todo tipo de pacientes, a excepción de mujeres embarazadas. Además indican que hay varios tipos de toxinas que podrían generar problemas en los pacientes, por lo que es fundamental consultar a un médico especialista.
La doctora Oelker comenta que su aplicación tiene estudios que superan los 90 años, y que se comenzó a usar aproximadamente en el año 1973, justamente para la corrección del estrabismo. «También tiene usos muy importantes en rehabilitación, como en parálisis cerebral y luego de accidentes cerebrovasculares, que generan contractura muscular, porque permite una mejor movilidad de los músculos».
En general, puede solucionar desde afecciones severas hasta corregir estéticamente problemas médicos –más allá del conocido uso cosmético– «cuando se producen contracturas musculares espontáneas no controlables por el paciente, que es cuando una persona presenta algún movimiento anormal en el rostro y que pueden afectarla sicológicamente, hasta otras que pueden llegar a ser totalmente invalidantes. Por ejemplo una caída de los párpados, que literalmente impide abrir los ojos y puede ser causa de graves accidentes». La profesional agrega que ayuda a revertir situaciones dolorosas como la contractura de músculos cervicales, «que es una especie de tortícolis permanente».
De acuerdo a la revista Harvard Health Publications, de la escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, el uso de la toxina botulínica permite reducir los episodios de incontinencia urinaria en personas para quienes los fármacos orales no surten efecto. «Cuando incluso los antitranspirantes más fuertes no trabajan, el Bótox puede aliviar la sudoración intensa al bloquear las señales nerviosas que estimulan las glándulas sudoríparas».
Algunos de los usos menos frecuentes del bótox son: enfermedades de Parkinson, discinesias tardías, distonía lingual, tartamudeo, esclerosis múltiple, síndrome del hombre rígido, síndromes dolorosos por contracción muscular, dolor fibromiálgico, cefalea (cervicogénica, tensional) bruxismo, asimetrías faciales, vaginismo y obesidad.
En la industria cosmética se utiliza fundamentalmente para tensar las arrugas de la frente, entrecejo, ojos y para elevar las cejas. Al inhibir el impulso nervioso del músculo tensa la piel, evitando la formación de otras líneas de expresión.