Mi mamá disfruta muchísimo de contarme la historia de cómo se conocieron sus papás. Aunque sean más de 60 años de diferencia, me doy cuenta que realmente no somos tan diferentes. Sí, la cultura, la sociedad y hasta la tecnología influyen mucho en nuestras decisiones actuales, pero el interés y las ganas de conquistar algo son las mismas.
PUBLICIDAD
Te voy a contar la historia porque me parece muy romántica:
Mi abuelo fue exiliado de la Guerra Civil española y llegando a México pues no tenía nada, nomás lo que traía puesto y tal vez una maletita chiquita llena de dolorcito y de la impotencia de tener que dejar su país para llegar a uno que tal vez ni le gustaba.
Mi abuela era hija de una familia adinerada que estaba planeando casarla con un señor acá también de abolengo y cuando mi abuela conoce a mi abuelo, que además de exiliado era pobre, pues obviamente no estaban nada de acuerdo, así que empezaron a acelerar los planes de casarla con el otro señor.
Mi abuelo, siendo consciente de su decisión y sin querer perder a la mujer con la que quería pasar el resto de su vida, decide irse a Estados Unidos para ganar dinero, hacerse de un nombre y poder, regresar a reclamar la mano (y todo el cuerpo) de mi abuela y ser felices para siempre.
Mi abuela, siendo una mujer muy maravillosa, sabía desde el principio que el que mi abuelo consiguiera mucho dinero iba a estar más difícil que encontrar alcohol en una fiesta infantil, así que le pidió a sus papás que le invitaran un viaje a ella y a sus amigas a Estados Unidos para comprar todo el ajuar de novia, y mis bisabuelos emocionados porque aparentemente ella ya estaba aceptando su destino, dijeron que sí y la mandaron a ella y a sus dos amigas que no tenían ni tantita idea del plan macabro y romántico de mi abuela.
Total que llegando a Estados Unidos, mi abuela encontró a mi abuelo que trabajaba para el radio y usando a sus dos invitadas como testigos, se casó allá de sorpresa y a escondidas. Sus amigas, enojadas por el engaño y después de haber estado en la boda, se regresaron a México a contarle a todo el mundo que mi maravillosa abuela se había casado con mi aún más maravilloso abuelo y mis bisabuelos eventualmente no tuvieron de otra más que aceptar el matrimonio, obviamente con coraje y a regañadientes. Mis abuelos estuvieron viviendo un rato en Estados Unidos donde tuvieron a su primera hija y luego se regresaron a su país donde mi abuelo se dedicó a ser compositor, director de orquesta y a tener cuatro hijos más. ¿Por qué? Pues creo que básicamente porque podían.
PUBLICIDAD
A lo que iba con mi introducción de que las cosas no son diferentes a como fueron hace más de 60 años, es que todos los días me topo con personas tanto físicas como virtuales que están continuamente en la disyuntiva de qué hacer o cómo hacerle para poder empezar una relación con alguien.
Ya sabes: el “la busco, no la busco, le marco, le mando un mensaje, un tweet, un dm, un private message en Facebook”, etcétera, etcétera y siempre con el creciente y muy presente miedo al rechazo, al “¿qué tal si hay alguien más?”, “¿qué tal si no le gusto?”, “¿qué tal que me rechaza?”, “¿qué tal que sólo me usa para un ratito y luego se busca a alguien más, a alguien nuevo?”.
Realmente lo único que nos separa de esa época es la facilidad que tenemos ahorita para acercarnos a alguien, sin embargo, el miedo y las dudas son siempre las mismas y lo que te va a distinguir de quienes logran empezar una relación de quienes nunca hacen nada y se quedan esperando a que regrese el hombre con nombre y fortuna de otro país es la simple y sencilla decisión, las ganas de actuar, el ímpetu de saber que no importa tanto qué suceda sino el intentarlo porque quieres que suceda y que harás lo posible para que funcione.
Obvio sé que no es fácil y sé que hay muchas más cosas de por medio actualmente, pero el interés por estar con alguien se demuestra de la misma manera que en el año 1200, 1600, 1900 o ahora. Te escribo para empujarte a tomar la decisión que quieres tomar, asegurándote que no te debe dar miedo el rechazo, más bien miedo que pierdas la oportunidad de estar con esa persona por no haberte sabido aventar.
Fotografía: El coleccionista de Imágenes