Una pesadilla están viviendo las mujeres afganas tras el regreso al poder de los talibanes. La libertad con la que vivieron los últimos 20 años se ve opacada y temen por sus vidas.
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La represión y anulación de la mujer es premisa de este movimiento, por lo que las calles de Kabul lucen con pocos rostros femeninos, algunas han preferido esconderse.
A pesar de que los talibanes aseguran que esta vez respetarán los derechos de las mujeres, nadie confía en sus palabras y los testimonios de lo que ya empiezan a vivir son desgarradores.
Testimonios de las mujeres afganas
Desde Afganistán relatan su temor pues temen perder las alas que lograron con sus estudios superiores y sus trabajos.
“Estoy devastada. No sé si podré volver a trabajar o a hacer todo lo que quiera”, dijo Zeb Hanifa (nombre falso), a la <strong>BBC.</strong>
En ciudades como Herat, previamente conquistadas, ya no permiten la educación de las niñas. Un grupo de mujeres contaron lo que viven.
Sara
Desde Bamian
“Estoy muy preocupada por mis tres hijas. No tenemos sitio al que huir. La gente nos dice: «Cuando los talibán tomaron los distritos de Saighan y Kahmard, entraron en todas las casas por la fuerza y contaron el número de vestidos para saber cuántas mujeres vivían en cada casa». Cuentan que los talibán se llevan a las mujeres y a las niñas a la fuerza. Prefiero que mis hijas mueran de una manera digna antes de que caigan en sus manos”.
Elham
21 años, estudiante de Económicas en una universidad privada de Herat
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«El retorno de los talibán acabaría por destruir la economía del país, ya de por sí muy empobrecida. Lo único que saben es cometer atrocidades, pero no tienen ni idea de cómo se gobierna un país. La comunidad internacional no debería dejarnos totalmente abandonadas. Por lo menos deberían presionar muy en serio a los talibán e impedir que se constituyan en un nuevo Estado, porque será un Estado plenamente terrorista con el que tendrán que enfrentarse».
Tamana Begun
24 años, maestra
«Si nadie para a los talibán, mis sueños se irán conmigo a la tumba. El mundo debería saber que las mujeres afganas jamás hemos sido las responsables de ninguna guerra, sino siempre sus víctimas, y las víctimas de todos los conflictos y todas las formas de violencia ejercidas por los hombres».
Sahar
26 años
«Con los talibán avanzando hacia las ciudades y escuchando el trato degradantes al que someten a las mujeres, soy totalmente incapaz de dormir. Si ese grupo terrorista entra en mi ciudad, matarán a algún miembro de mi familia y me azotarán en público por llevar zapatillas de deporte y no burka. Prefiero ya no preguntar al mundo qué está haciendo por Afganistán».
Safia
26 años, Bamian
«Soy estudiante desde los 16 años. Mi sueño habría sido ser profesora de universidad algún día, pero la vuelta de los talibán supondrá para mí el encarcelamiento en mi propia casa y mi muerte, poquito a poco. El mundo no puede ignorar la amenaza que representan los talibán para las mujeres».
Angela
18 años, estudiante de bachillerato
«Cada día cuando me despierto, en lo primero que pienso es en hacer mis ejercicios de taekwondo, soñando que algún día pueda representar a Afganistán en unas Olimpiadas. Miles de chicas tienen los mismos sueños que yo, y quiero que todo el mundo sepa, y sobre todo que Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, se imagine lo que supone que un grupo armado entre en tu ciudad por la fuerza y anuncie por radio, televisión e internet que a partir de ese día las niñas jamás volverán a ir a la escuela y que nadie tendrá ya derecho a soñar y poder llegar a ser lo que le habría gustado ser. A usted, señor, ¿qué le gustaría poder hacerle a ese grupo?».
Khatera
26 años
«Soy mujer y además soy hazara y tengo un pequeño negocio. También he cursado un grado de Sociología. Y todas estas cosas que yo soy, son para los talibán un problema, un pecado y un crimen. Este es mi caso y el de millones de mujeres afganas. Tengo que cuidar a mi madre y por eso no puedo huir de Afganistán. Sé perfectamente que la toma del poder de los talibán supondrá el fin de mis sueños, de mis planes y, quizá, de mi propia vida»
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