El 29 de diciembre fue una fecha histórica para Argentina. Tras más de dos años luchando por la legalización del aborto, que obtuvo media sanción en 2018 pero fue rechazado en el Senado, finalmente, se aprobó la Ley de Interrupción voluntaria del embarazo.
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Esta, contó con el apoyo e impulso del peronismo gobernante y de la oposición.
«Resulta aprobado con 38 votos afirmativos, 29 negativos y una abstención. Se convierte en ley», dijo la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, vicepresidenta y presidenta del Senado, al certificar la aprobación de la nueva norma en la Cámara alta del Parlamento argentino.
Los resultados finales de la votación se obtuvieron a las 4:12 de la madrugada y fue seguida por decenas de miles de personas en las calles, divididas en sectores, según los que la apoyaban y los que defendían el derecho a las dos vidas.
El sí del Parlamento desató la euforia del sector identificado con el color verde, a favor del aborto, y la pena de los celestes, contrarios a la legalización.
Así, un día antes del cierre del accidentado 2020, las calles de Buenos Aires vivían una situación irrepetible.
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Argentina, contaba con una ley de 1921 que permitía abortar en caso de violación o de peligro para la salud de la madre, pero en la realidad, en muchas provincias se impidieron incluso en esas dos condiciones, y como resultado, hubo muchas niñas embarazadas que fueron obligadas a dar a luz.
La legalización del aborto se convierte así en el mayor éxito político de Fernández en el año que lleva en la Casa Rosada, donde su imagen estaba muy desvaloralizada, según las encuestas, principalmente debido a su gestión durante la pandemia por el Covid-19.
No hay cifras oficiales confirmadas, pero se estima que en la Argentina hay 450.000 abortos clandestinos por año.
Este movimiento, contó con un gran impulso en los últimos años, en especial de los jóvenes, lo que creó la segunda ola feminista más grande del mundo.
