El tema de la legalización del aborto ha levantado gran controversia en todo el mundo, especialmente en Latinoamérica, donde las mujeres tenemos muchas menos oportunidades de una vida digna que los hombres.
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Ante la sociedad, la maternidad no deseada parece ser un gran pecado, no importa si ésta es consecuencia de una violación. Al final, la mujer es más señalada que el propio agresor. Pero independientemente de las razones por las que una mujer no quiere tener un bebé, es una decisión que sólo le concierne a ella.
Los movimientos feministas cada vez han abierto más el debate en torno a la despenalización del aborto, exigiendo que todas tengamos acceso a una interrupción del embarazo legal, segura, gratuita ya que se trata de un derecho humano. Pero no, la sociedad sigue criminalizándolo, alegando que el aborto es un homicidio.
De acuerdo con el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) “la criminalización del aborto es la materialización de la idea de que la maternidad es la función obligatoria de las mujeres; idea que continúa permeando no sólo la cultura, sino todas las instituciones del Estado y que representa una violación a los derechos humanos”.
Sin embargo, el número extremadamente alto de abortos indica que la criminalización tiene poco o ningún efecto en la decisión de una mujer de tener uno.
¿Qué es un aborto? Es un procedimiento médico que termina un embarazo. Ésta es una necesidad básica de atención médica para millones de mujeres y niñas que pueden quedar embarazadas en diferentes circunstancias. De acuerdo con Amnesty International, en todo el mundo se estima que 1 de cada 4 embarazos terminan en un aborto cada año.
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Las leyes de aborto altamente restrictivas no dan como resultado tasas más bajas de aborto. Por ejemplo, en Europa Occidental, donde el aborto está generalmente permitido, la tasa de abortos es de 12 por cada 1000 mujeres en edad fértil. En África y América Latina, donde el aborto es ilegal en la mayoría de las circunstancias en la mayoría de los países, la tasa es de 29 por 1000 mujeres y 32 por 1000, respectivamente, según informes del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
En muchos países la interrupción legal del embarazo es permitida hasta las 12 semanas de gestación, siendo la violación y el riesgo a la salud o muerte de la madre las causas que lo autorizan. Sin embargo, no siempre se aplica y no siempre se cuenta con el personal capacitado o el equipo adecuado. Y aún siendo «permitido», la mujer sigue siendo criminalizada.
La criminalización solo da como resultado abortos clandestinos e inseguros que aumentan la tasa de mortalidad más altas para mujeres pobres y jóvenes. Las faltas en la justicia reproductiva son parte de la violencia a la que las mujeres estamos sometidas todos los días.
La realidad es que castigar el aborto no hará que miles de niñas y mujeres dejen de necesitarlo.
Muchas seguirán buscando formas de interrumpir sus embarazos, acudiendo a clínicas clandestinas y sometiéndose a prácticas insalubres o peligrosas.
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De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, los abortos inseguros son la tercera causa de muertes maternas en todo el mundo y conducen a otros cinco millones de discapacidades prevenibles en gran medida.
El aborto legal es un derecho humano, una lucha por la igualdad y la libertad. Cada mujer debería ser libre de elegir sobre su cuerpo y sobre su vida. Se trata de una decisión personal que no debería ser juzgada bajo ningún motivo.
Es momento de salir de esa burbuja que no nos deja ver más allá de nuestros privilegios. Es momento de entender que no todas tienen acceso a una educación sexual adecuada y no todas tienen acceso a métodos anticonceptivos. Muchas que no quieren ser madres o no están preparadas para ello o presentan condiciones que representan un riesgo. Entendamos que muchas mujeres son violadas y que muchas terminan con un embarazo no deseado. Es momento de pensar en niñas menores de edad que son abusadas y que son forzadas a llevar un embarazo que termina por destrozar su cuerpo.
La legalización NO se trata de promoverlo ni tampoco es una invitación abierta a hacerlo. Es una garantía de bienestar a quienes lo requieran.
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