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Ser mujer no significa que debamos servir a los hombres en nuestra familia

La idea de que las mujeres somos las encargadas de mantener el orden en el hogar mientras el hombre sale a trabajar viene de generaciones atrás. Y no es que ser «ama de casa» sea algo malo o menos que trabajar en una oficina sino que se asuma que «es cosa de mujeres». 

Las mujeres siempre hemos sido sometidas en cierto modo por la idea de que «debemos servirle a los hombres», ya sea que se trate de una pareja, un padre o un hermano. Desde niñas se nos enseña a poner la mesa, ayudar en la cocina, servir los platos y limpiar mientras ellos se quedan sentados en la mesa, esperando y discutiendo «temas de hombres».

«Sírvele a tu papá», «sírvele al abuelo», «sírvele a tu hermano». Las mujeres nos hemos acostumbrado a eso desde niñas porque nuestras madres, tías y abuelas así lo hicieron siempre bajo la idea de que es una forma de mostrarles respeto. Nunca cuestionaron por qué debían servirles ellas a ellos y no viceversa.

Según un análisis realizado por la University College London (UCL) y publicado en la revista Work, Employment and Society, «las normas de género siguen siendo sólidas» en lo que respecta a las tareas del hogar. Los investigadores evaluaron datos de más de 8.500 parejas heterosexuales que fueron entrevistadas para el Estudio Longitudinal de Hogares del Reino Unido entre 2010 y 2011.

Descubrieron que las mujeres hacen aproximadamente 16 horas de tareas domésticas cada semana, mientras que los hombres lo hacen cerca de seis.

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Cuando ambos individuos de la pareja tenían un empleo de tiempo completo, se encontró que las mujeres tenían cinco veces más probabilidades que los hombres de dedicar al menos 20 horas a la semana a las tareas del hogar. Las parejas evaluadas para el estudio se dividieron en ocho grupos separados según sus profesiones. Estos grupos incluían parejas que tenían ingresos, parejas en las que los hombres eran los que ganaban predominantemente y las mujeres realizaban la mayor parte del trabajo doméstico, y más.

«El grupo de mujeres asalariadas fue el único grupo en el que la contribución de los hombres al trabajo doméstico fue similar a la de sus parejas, y este grupo tuvo la mayor proporción de mujeres con calificaciones educativas superiores a las de sus parejas», escribieron los investigadores.

No es solo la cantidad de trabajo que sino también el tipo de tareas que se nos asignan. Aún cuando ayudan, muchos hombres consideran que solo ciertas tareas son apropiadas para ellos, como lo es todo lo que tenga que ver con reparar cosas .

Las reglas del juego han cambiado y hoy las mujeres también salimos todo el día a trabajar, también ocupamos puestos importantes y ganamos nuestro propio dinero. Los hombres ya no pueden ir con la excusa de que «son el sustento de la casa» o que 2trabajan todo el día y merecen un descanso» en el que las mujeres les sirvan la cena.

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No se trata de que uno asuma más responsabilidad que el otro sino que se deleguen las responsabilidades. Incluso es importante enseñarle a los hijos a participar en ello desde pequeños para que entiendan la importancia de ayudar.

Otro problema en torno a la repartición de tareas viene de que cuando un hombre ayuda, lo ven como un buen esposo pero olvidan que no es «un favor» sino «una responsabilidad, pues ambos viven bajo el mismo techo  (y aún cuando no es así, también debe haber una empatía por ayuda, ¿no?).

Por un lado, cuando un hombre sirve la comida o levanta la mesa, suele ser mal visto por otros hombres, pues «es cosa de mujeres». Por otro lado, cuando decide ayudar con las labores domésticas, esperan a que lo que hacen sea notorio y digno de elogio.

Si hombres y mujeres están conviviendo en el mismo espacio, entonces ¿por qué no puede ser tarea de los dos mantener el orden?

Romper con años de tradición machista es complicado pero no imposible y está en las nuevas generaciones de padres y madres hacerlo. Si a las niñas se les enseña desde pequeñas a servir en la casa, también se les puede enseñar a los niños a cooperar.

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