El caso de George Floyd abrió el eterno debate en torno al racismo que existe en el mundo. Es odio y la intolerancia no es únicamente contra las comunidades afroamericanas sino las latinas, las asiáticas, las indígenas o cualquier otra que esté establecida en determinado rincones del mundo.
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El lunes por la noche circuló un video aterrador en el que se ve a un oficial de policía de Minneapolis poner su rodilla sobre el cuello de Floyd, mientras este repetía «no puedo respirar». Tras unos minutos intentando zafarse, sin éxito, el hombre se queda inmóvil, con los ojos cerrados, cara a cara en el asfalto. Murió poco después.
Desde el martes, miles de manifestantes se han reunido en diferentes estados del país norteamericano para pedir justicia.
La pandemia de coronavirus no termina el odio que se vive en el mundo. Lo hemos visto con los casos de violencia en contra de las mujeres, los niños o los adultos mayores. De ahí, el odio se ha visto reflejado en los diferentes sectores de la sociedad para también pasar a una cuestión de guerra entre razas. Al final, «pierden» todos aquellos que son vulnerables frente a quienes de una u otra manera son «los privilegiados».
Históricamente «los blancos» han sido colonizadores, se han beneficiado directamente de ser blancos. y esa idea parece prevalecer.
El racismo ha existido siempre; así se ha construido la historia pero eso no quiere decir que hay que aceptarlo o justificarlo.
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Negarlo, tolerarlo o minimizarlo es seguir tejiendo esa red de odio que tanto nos contamina como sociedad.
Mientras la pandemia se expandía se vieron casos en donde provenientes del continente asiático, eran atacados por «esparcir» el virus. Chinos, coreanos y japoneses fueron catalogados como «los chinos» que envenenaron al mundo.
Pero en otros contextos, otras comunidades han sufrido ataques racistas por parte de quienes se consideran superiores. Basta con recordar el sufrimiento de los latinos en los Estados Unidos o peor aún, entre ellos mismos cuando crean una .enorme brecha entre lo que es ser un latino de México o un latino de El Salvador.
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Las redes sociales se han encargado en gran medida de alimentar este racismo y sin darnos cuenta, terminamos riendo o compartiendo lo que no. Hoy, lo que se puede definir como racismo y lo que no, se ha convertido en un eterno debate. Todos los racistas que quedan evidenciados, dicen no ser racistas.
Negar el racismo muchas veces proviene del sentimiento de incomodidad que genera el ser señalado por este mismo hecho. Se podría decir que es una especie de «fragilidad blanca» cuando luego de cuestionar sus actos racistas responden con enojo y se niegan a participar en la discusión. Es un eterno ciclo vicioso del cual por ningún motivo debemos ser parte.
Es momento de dejar de justificar esas pequeñas bromas que atentan contra el color u origen de una persona. Basta de solapar la idea de «una raza superior» y una «inferior». Basta de minimizar al que es «diferente». Basta de creer que el color de piel determina la valía de una persona. No hay que tolerar ningún tipo de racismo.