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Negar la violencia de género es otra forma de fortalecer la violencia

La violencia de género es un problema real y muy alarmante

Las mujeres nos enfrentamos todos los días a un peligro constante. Sin convertir la situación en una guerra de sexos, es innegable que los hombres se han convertido en cazadores furtivos que nos siguen con sus miradas lascivas o peor, que terminan acabando con nuestra vida.

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Las mujeres tenemos miedo de salir a las calles y no volver. Nos preocupamos por nosotras mismas pero también por nuestras madres, por nuestras amigas, por nuestras vecinas y nuestras hermanas que día a día se convierten en blanco fácil de la violencia.

La violencia de género es una realidad y las mujeres somos quienes encabezamos las cifras de víctimas. Parece increíble que aún con esos números en ascenso y los diarios y medios repletos de noticias sobre feminicidios, aún hay quienes dudan de ello.

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Negar, minimizar o dudar te vuelve cómplice. No hay justificación para la violencia.

A nivel global, 1 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física y/o sexual a lo largo de su vida, y en algunos países esta proporción aumenta a 7 de cada 10, según datos de la UN Women. En México, al menos 6 de cada 10 mujeres mexicanas se ha enfrentado a una situación de violencia; 41.3% de las mujeres ha sido víctima de violencia sexual y, en su forma más extrema, 9 mujeres son asesinadas al día.

¿Cómo podemos vivir teniendo latentes esas cifras?

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Basta de recurrir a las frases «ella se lo buscó por salir así», «a ellos también los matan»,  para justificar la violencia. Basta de seguir nutriendo ese odio que sólo solapa la impunidad y obstaculiza el encontrar soluciones.

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Desde niñas nos han enseñado que debemos ser recatadas y obedientes. Nuestras madres y abuelas crecieron bajo la idea de ser sumisas y respetar al hombre porque es quien provee. ¿Por qué no enseñarles también a ellos a respetar? 

Hoy, las mujeres no sólo terminamos muertas, sino despojadas de nuestra ropa, hechas pedazos, desolladas, envueltas en bolsas de basura. A las mujeres no sólo nos matan, nos humillan y nos culpan aún sin aliento.

Nuestro miedo es constante y no parece disminuir. Ser mujer en una sociedad que ve la violencia como «el pan de cada día», se ha convertido en una condena.

Las mujeres estamos cansadas de los monstruos que nos acechan, del odio que parecen tenernos. Estamos hartas de ser amenazadas, atacadas y ultrajadas. ¿Cuántas más?

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