La mutilación genital femenina es una espantosa forma de violencia sexual pero, ahora, otro tipo de mutilación está dando mucho de qué hablar: el planchado de senos.
Aunque no implica el corte físico, sí es un tipo de mutilación ya que implica despojar a la mujer de sus senos se al contrario de lo que muchos creen, implica una situación física y emocional que las afecta de por vida.
En pleno siglo XXI, muchas niñas siguen sufriendo de esta terrible práctica, especialmente en Camerún, África y consiste en frenar el desarrollo de los senos de las niñas, sometiéndolos a quemaduras y un dolor indescriptible. ¿Lo peor? Que son sus madres, abuelas o tías quienes lo realizan. La técnica consiste en presionan sobre los senos piedras, palos o planchas calientes con el objetivo de evitar que salgan.
La justificación de esta tortura es que consideran que si el pecho no se desarrolla, las niñas resultan menos atractivas para los hombres y por ende, evitan que las violen o que tengan relaciones sexuales a temprana edad. Sorprendentemente esta práctica no es exclusiva de África, pues en Asia y Oriente Medio también es muy común.
Un crimen contra las mujeres
El silencio es el cómplice perfecto pues a pesar de ser aceptada dentro de esas regiones, esta costumbre es secreta ya que se considera una práctica tabú, por ello no se tienen cifras exactas de cuántas niñas han sido mutiladas.
Este procedimiento se realiza sin anestesia y no es en una sola sesión, sino en varias, por lo que puede durar muchos meses en lo que desaparecen por completo.
Las consecuencias
Además de tratarse de un crimen atroz, el planchado de senos causa daños físicos y psicológicos en las niñas que lo sufren. Las quemaduras son inevitables al igual que las infecciones, quistes, deformidades y por supuesto, la destrucción de las glándulas mamarias, imposibilitando la producción de leche materna.
Las secuelas psicológicas como la depresión, el estrés postraumático y los complejos hacia su aspecto físico también se hacen presentes. ¿La solución? Parece una cuestión imposible de evitar, sobretodo porque el acceso no es fácil a estas comunidades, además de que son costumbres muy arraigadas de siglos atrás. Sin embargo, una cosa es obvia: hace falta educación sexual, algo es imprescindible para cambiar esta mentalidad. Concientizar a la población sobre las terribles consecuencias de esta práctica también puede ser un gran paso.
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