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La historia se repite: las costureras vuelven a ser las víctimas del terremoto en México

El terremoto del 19 de septiembre en la Ciudad de México desplomó una fábrica donde trabajaban las costureras de las que hoy nadie sabe nada

El martes 19 de septiembre quedará en la memoria de muchos por el resto de la vida. El terremoto de 7,1 grados en la escala Richter que sacudió la Ciudad de México, Puebla y el estado de Morelos dejó decenas de edificios caídos, cientos de muertos entre los escombros y miles de damnificados en los diferentes puntos por donde pasó la onda sísmica.

Una grabación que circuló por redes sociales captó el momento exacto en el que un edificio de cuatro pisos se derrumbaba. Tan sólo llevó 10 segundos para que una nube de polvo sustituyera la estructura. Se informó que al menos 270 personas murieron y una decena más que permanece bajo los escombros, no se sabe si vivas o puertas.

En el edificio operaban empresas que elaboraban telas y ropa de mujer. La mayor parte de las personas que ahí laboraban eran mujeres que, sin deberla ni temerla, terminaron enterradas entre fierros y concreto.

Entre la tragedia y el silencio

A las 13:14 horas que ocurrió el sismo, muchas se encontraban apenas a la mitad de su jornada de trabajo y como la mayor parte de la ciudad, dos horas antes habían participado en el simulacro de evacuación que se realiza cada año para recordar el terremoto del 85.

En un instante, vecinos y brigadistas se acercaron para retirar escombros con la esperanza de sacar a los trabajadores.  En las primeras horas, se rescató a 14 personas, la mayoría costureras y según datos de la Secretaría de Protección Civil, 16 murieron en el derrumbe. Sin embargo, nada es seguro en este inmueble.

El viernes 22 de septiembre pararon las labores de rescate para utilizar la maquinaria pesada pero los voluntarios y vecinos exigieron que no se les permitiera el paso pues querían ver por su cuenta que ya no hubiera personas con vida atrapadas. El rumor de un sótano en la fábrica, se esparció, despertando cierta esperanza de que alguien con vida hubiese quedado atrapado ahí. Pero «fuentes cercanas» se encargaron de desmentir que existiera un espacio debajo de la construcción.

Apenas se cumplió una semana de la tragedia y en Chimalpopoca, en la colonia Obrera, se declaró el final de la labor de rescate. Los escombros ya no están; parece un terreno baldío más, pero tampoco hay información sobre las víctimas. Al parecer en el predio había algo más que la fábrica de telas, se habló de una juguetería y una refaccionaria, pero nadie sabe nada más que, además de mexicanas, también había mujeres de origen centroamericano y asiático, sin papeles.

¿Y los cuerpos?

Los escombros fueron removidos y ni un sólo cuerpo fue entregado. Familiares y vecinos denunciaron que ni siquiera hay listas con ninguna trabajadora desaparecida, ni tampoco hay nombres en el registro del forense.

Por ello, el domingo, se reunieron alrededor de 100 mujeres con ropa, flores, cartulinas y protestas contra lo que denunciaban como feminicidios. Un memorial fue alzado por grupos y brigadas feministas, quienes colocaron flores, veladoras y pancartas que leían: «Vivas nos queremos»,»#NiUnaMás» y «Nuestros cuerpos no son desechos». Con el puño en el aire, las mujeres nombraron a las empresas para las que laboraban las costureras y las señalaron como «asesinos» por no hacer nada.

Al aire, se quedaron las preguntas ¿en qué condiciones laboraban las mujeres de este edificio? ¿Cuáles son sus nombres? ¿Quienes quedaron con vida, quiénes fallecieron y quiénes permanecen desaparecidas? De nuevo, nadie sabe nada.

El fantasma del 85

El tema de las trabajadoras tocó una de las fibras más sensibles en México. Nos recordó a los derrumbes que provocó el terremoto de 1985, cuando se destruyeron 800 talleres de costura, donde trabajaban miles de mujeres. La mayoría era clandestino y tenía condiciones de trabajo inhumanas.

Según el movimiento de Costureras y Costureros 19 de septiembre A.C., los abusos de los patrones eran constantes contra las trabajadoras. Los sueldos eran miserables, trabajaban hasta 10 horas seguidas y las condiciones en los sanitarios y zona de máquinas eran insalubres.

Las sobrevivientes alegaron que los dueños no permitieron que las costureras salieran durante el terremoto, por lo que murieron atrapadas. A las que lograron salir, no se les permitió ayudar pues se les obligó a seguir cumpliendo con sus labores, aún entre escombros, muertos e instalaciones a punto del colapso.

Topeka, era una de las más grandes maquiladoras en aquel entonces y también se encontraba en la colonia Obrera. También se redujo a escombros. También murieron costureras. Nadie supo nada tampoco salvo que las autoridades se dedicaron a buscar las máquinas y la caja fuerte del lugar, antes que a las trabajadoras.

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