Por: Luz Lancheros (@luxandlan)
Si una mujer colombiana no corresponde al tipo «inocentón» humilde o a la muchacha vulnerada estrato seis y de todos modos, si es mujer, siempre será sometida a burlas y a humillaciones por denunciar un caso de agresión. Sea el que sea. Ahora, la del paredón de turno es Kathe Martínez.
Hay varios palos contra la modelo que fue obligada a desnudarse en la estación de policía de Cali. El primero, la naturaleza de su profesión, que en el imaginario prejuicioso colombiano se sigue relacionando con «prostituta», cuando es una profesión tan difícil como la de un futbolista o actor, con el mismo tiempo de caducidad, con extensos horarios de trabajo y oportunidades reducidas si no tienes un factor que te haga destacarte ante todos los demás. ¿Por qué, entonces, a pesar de mostrarse desnuda «se lo ganó»? ¿Es que uno no puede mostrarse desnudo como quiere porque quiere porque entonces ya puede ser víctima de agresiones?
Ahora, las tantas estupideces y barbaridades que he leído en redes sociales, prueban de que Colombia nunca ha dejado de ser el país de cafres del que se quejaba Darío Echandía en los 40. Veo joyas como las de un energúmeno que dice en su pobre nota de opinión que «las mujeres deben entender que el mundo no es un lugar seguro ni bueno en muchos aspectos y que ponerse en situaciones de peligro o vulnerabilidad solamente conseguirá que alguien se aproveche de ellas.». Amigo, eso lo sabemos, por favor deje su pensamiento paternalista de talibán a un lado. En pleno siglo XXI nosotras trabajamos, somos seres fuertes, independientes y tenemos derecho a circular en la calle y a ser sujetos políticos que tanto como los hombres, merecen respeto. ¿Ha visto el video de la India de «It’s your fault» en el que se burlan de las excusas de la ropa de las mujeres como elemento favorable para que sean agredidas? Es la misma idiotez. ¿Entonces no podemos circular en la calle solo porque hay mastodontes que no saben respetar a la mujer que sea, y acá incluyo a trabajadoras sexuales?
Y que también son agredidos por las autoridades. Y créalo o no, no todas las personas reaccionan como una heroína de acción en esos momentos. Hay mujeres que se paralizan de terror. Hay otras que quieren gritar, hay otras que no saben cómo defenderse. Así como no todos los hombres se echan a puños con el primer tonto, no todos podemos reaccionar de la misma manera. Pero lo peor son los videos que circulan de Kathe en redes.
Es que nos creemos muy finos
Acabo de ver las burlas que le hacen a Kathe por cómo habla. Por las cosas que dice. Porque como si no fuese suficiente burlarse de su físico, de lo que hace y de lo que representa para muchos que creen vivir en Nueva Granada y no en una república con constitución supuestamente plural, ahora todos se las dan de Caro y Cuervo y creen que también pueden aplastarla por su «incultura». Esa que les permite creer que son mejores que los otros solo porque creen tener hidalguía al escribir con una ortografía medianamente decente o por expresarse según unas normas que solo les importan a ustedes (olvidando que el «marica» y el «güevón» están en la misma categoría).
Ustedes me dan pena. Me dan asco. Su clasismo, sus prejuicios, su slutshaming solo dejan ver que seguimos en un país donde la gente que no sea como la que ustedes consideran «bien», no tiene derecho a nada. Ni siquiera a quejarse porque le hacen algo, porque será sometida al escarnio de sus taras atávicas. Ustedes, ustedes los que se burlan de Kathe, me dan asco.