Actualidad

Cómo me di cuenta de que tengo menopausia social

Me acostumbré a cierto ritmo de vida, pero cuando te das cuenta de que ya no tienes el mismo aguante, todo se desequilibra.

Nunca había escuchado este término, y cuando lo vi escrito, sentí que por fin encontraba el concepto que definía mi situación actual. No fue bonito, porque me di cuenta de varias cosas, pero no me avergüenzo, porque también sé que no soy la única que se siente así.

Tengo 27 años, casi 28, y a pesar de que mi abuela de 93 años me ha dicho en numerosas ocasiones que “me está dejando el tren”, sé que soy joven y que no debería convencerme a mí misma de que me tengo que subir a un tren que no tengo idea adónde me llevaría.

Lo de mi abuela no me afecta, porque nació hace un poco menos de un siglo y en su época las mujeres se tenían que sacar a los 17 años. Lo que sí he pensado bastante últimamente, es que tengo menopausia social.

Antes de definir qué es, vamos al inicio de la historia. Me di cuenta de que estaba entrando en esa fase cuando comencé a anhelar más mi cama que una fiesta los viernes por la noche.

Pensé que era lógico que me sintiera así, porque me estaba recién adecuando a los horarios de trabajo y eso sí es un cambio duro. Cuando estás estudiando, no estás obligado a pasar 8, 9 o 10 horas sentado en un escritorio (aunque hayas terminado tu trabajo mucho antes), pero el mundo laboral es distinto, te exprime.

Cuando asumí que ya le había vendido mi alma al trabajo, me dije a mi misma: “Misma, eres joven, tienes que socializar, levántate y pásalo bien con tus amigas”. Sí, hay que hacer esfuerzo, pero ahora ese esfuerzo es mucho mayor.

No soy antisocial y tampoco odio a las personas —no siempre—. Lo paso muy bien cuando salgo, pero ya no tengo paciencia para algunas cosas. De partida, si la invitación es a un panorama en casa y tengo mucho sueño, TIENE que haber alcohol. Lo sé, mal consejo, pero así es.

Es como lo que le ocurre a las mujeres cuando están en la menopausia: si les viene un bochorno y no tienen algo para refrescarse, se desesperan. Bueno, creo que me estoy convirtiendo en menopáusica social: me dan bochornos en lugares con mucha gente, me pongo irritable si no he descansado lo suficiente y me cuesta canalizar mi energía cuando hay que conocer personas nuevas. Para qué decir de los sudores excesivos cuando voy a discoteques.

Me acostumbré a cierto ritmo de vida, uno que llevé desde los 18 hasta los 26 años aprox, pero cuando te das cuenta de que ya no tienes el mismo aguante, todo se desequilibra. Es como estar acostumbrada a tener la menstruación durante ciertos días cada mes, durante años y de pronto, estás libre de ella, pero tienes que soportar síntomas físicos hacia ante su ausencia.

Es irónico, porque cuando se supone que tenemos la independencia, madurez y, ojalá, el poder adquisitivo para hacer lo que queramos, sin pedir permiso ni tener que avisar a la hora que llegamos, estamos exhaustas, disconformes, confundidas con los cambios en nuestro círculo social y nuestras propias convicciones.

Ahí te viene la menopausia social. En el fondo, sabes que tienes ganas de salir y pasarlo bien, sólo que ahora quieres cosas distintas. Estás buscando ese cambio, y por mientras, algunas de tus amigas se casan y tienen hijos, y otras están en la misma situación que tú, o muy borrachas para acordarse de que existes.

Lo importante es saber que en realidad no tenemos menopausia social: lo que está ocurriendo es que estamos viviendo una etapa distinta de la vida, y eso no quiere decir que nos privemos de las cosas que disfrutamos antes, sólo que hay que ser fiel a tus propios ritmos, a lo que tú crees que es bueno para ti.

Te estás conociendo a ti misma y ahora eres capaz de decir que no si no tienes ganas. Cuando somos más jóvenes, tendemos a ceder ante la presión de los demás. Quizás es algo por lo que tenemos que pasar para darnos cuenta de lo que nos gusta y de lo que nos hace sentir cómodas.

Síguenos en Google News:Google News

Contenido Patrocinado

Lo Último