Recuerdo estas palabras porque las decía el gran Cerati en una de sus canciones. Más que unas letras puestas sobre una melodía, son una realidad. Despedirse duele, pero es la única forma de avanzar.
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Muchas veces me he encontrado sin la voluntad de dejar atrás personas o situaciones, porque en algún momento de mi vida fueron parte importante de mí. Me ha costado muchísimo quitarme costumbres, conversaciones y personas de mi corazón.
Hay muchas palabras que quisiera haberle dicho a todo lo que dejé atrás, también muchas canciones que quisiera haber dedicado, pero estas no hubieran funcionado, porque a pesar de que mi alma se sentía triste, mi mente sabía que ya era tiempo de marcharse.
No es que haya sido cobarde, tampoco inmadura, o peor aún, dramática, simplemente que sigo poniendo en práctica la lección que mamá me enseñó, la de aprender a buscar la felicidad yo sola.
Ser feliz no era estar atada a las inseguridades con mi cuerpo, tampoco es buscar el amor en los lugares equivocados. Menos era aferrarme a un celular, esperando unos mensajes de texto que nunca llegaban.
Ojalá todo fuera más fácil, y tuviera la capacidad de poder caminar sin ver atrás fácilmente, pero no puedo. Una parte de mí todavía cree que todo cambiará para bien, pero cuando se da cuenta que no es así, sufre.
Suena triste, lo sé, pero ahora —mientras escribo frente a mi computadora— me doy cuenta de que decir adiós me ha hecho una guerrera y lo quiero celebrar.
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Quiero celebrar que a pesar de que me he sentido triste, he tenido el valor para salir adelante, dejar el pasado y empezar de nuevo. No mentiré y diré que no he tenido miedo, porque el miedo sí ha estado ahí, pero si no me hubiera arriesgado para empezar de nuevo, jamás habría crecido.
Muchas veces nos encontramos con personas o eventos que no nos hacen felices, pero nuestra inocente idea de que los cambiaremos nos mantiene aferrados. Pensar que él regresará, que los días mejorarán o que finalmente se darán cuenta de nuestro valor nos mantiene al final atadas como anclas. No siempre sucede así, y no siempre ocurren los finales felices en las historias.
He llegado a la conclusión de que para poder crecer, es mejor cambiar el capítulo, o mejor aún, el libro, y no tener miedo a empezar de nuevo. No es fácil, y muchas veces hay que recoger las piezas de nosotros que han quedado sueltas, pero nunca es tarde para iniciar.
Para iniciar a ser feliz.