Cuando tenía 14 años, Isabella Weems emprendió un pequeño negocio de joyas, pues quería comprarse un auto de segunda mano. Hoy, que tiene 17, es propietaria de una marca de joyería, además de millonaria.
Origami Owl, la marca de Isabella (o Bella, como la llaman sus amigos), fabrica y vende joyas personalizadas: dijes, cadenas, gargantillas, aretes y pulseras… algo parecido a esa tendencia que se conoce como arm candy. Aparentemente, nada del otro mundo. ¿En dónde estuvo el secreto entonces?
Tal vez la respuesta tenga que ver con que esta chica fue capaz de plantear un modelo de negocios. De acuerdo con información de Forbes, la empresa recluta a asociados independientes y vendedores, a los que llama “diseñadores”, quienes compran los productos con descuento y los venden a un precio más alto.
Son como vendedores por catálogo, pero participan también en la personalización de las joyas (de ahí que se llamen “diseñadores”).
Además, Origami Owl organiza fiestas privadas, en donde un “anfitrión” obtiene descuentos y algunas joyas gratis, lo que me hace pensar en esas demostraciones de Tupperware.
Al momento, la compañía cuenta con casi 50 mil 887 diseñadores, jóvenes que quieren ganarse unos dólares extra. El asunto de las fiestas y los anfitriones también es atractivo: los adolescentes tienen ganas de reunirse, es fácil que los asistentes salgan de esas demostraciones con un regalito para sus amigos.
Todo comenzó por el deseo de tener un auto
Cuando tenía 14, Bella comentó a sus papás que quería recibir un auto para celebrar su cumpleaños número 16. Ellos le respondieron que si quería un auto, tenía que trabajar para ganárselo, y le sugirieron empezar un negocio.
Con 350 dólares que había ganado cuidando niños, esta chica decidió hacer dijes y relicarios:
Me puse a buscar ideas. Los relicarios habían estado de moda desde hacía tiempo, así que pensé ‘¿qué pasaría si hiciéramos relicarios con amuletos?’. Comenzamos a vender nuestro producto en reuniones caseras y boutiques y prácticamente en donde pudimos. El producto se vendía solo.
Es cierto que Isabella no actúa por cuenta propia: tiene el apoyo y la asesoría de los integrantes de su familia, algunos de ellos expertos en negocios (quienes dirigen y administran en realidad el barco). Sin embargo, la idea fue suya, y la empresa también lo es a final de cuentas.
Bella está interesada en aprenderlo todo sobre negocios, de manera que por lo pronto es becaria en su propia empresa. Al salir de clases, asiste a la compañía, e intenta familiarizarse con los procesos en diferentes departamentos.
La chica maneja ahora un jeep blanco, al que llamó Alice y que ella misma se compró con las ganancias de su negocio. Su empresa estará ganando unos 520 millones de dólares antes de que termine el año. Bella tiene el futuro asegurado.