Uno más uno igual a tres. Así como lo escribo es la suma en la sexualidad. ¿Por qué el resultado es tres? Porque este es el deseo. Resultado no menor.
La otra vez conversaba con una pareja. Me decían que eran muy amigos, que se contaban todo, hacían deporte juntos, compraban ropa, no había ningún secreto, pero tenían un problema: en la sexualidad no pasaba nada.
Aquí podemos ver claramente la suma con su resultado entre las parejas, matrimonios, pololos, en fin, en cualquier relación debe existir el tres, que es el espacio que le tengo al otro, es decir, mientras más libre lo dejo, más cerca lo tengo.
Y este espacio produce el deseo por el otro, las ganas de verlo, de que me llame, perderle la pista por un rato, días, semanas. Ya que de esta manera voy creando un interés distinto, sin tener miedo de que si no se dé él, eso signifique que lo perdí, porque es todo lo contrario.
Acostumbrémonos a que el otro tenga su espacio propio al igual que nosotras, nuestros gustos, deportes propios y secretos. Esto no tiene nada de malo: al contarlo todo no me dejo nada para mí ni para la relación, por lo tanto dejo de desear porque ya lo tengo todo.
¿Les ha pasado que están en una reunión, cumpleaños en la misma casa, ven desde lejos al otro y piensan “qué rico, él es mi hombre“? Ese espacio es el tres.
En cambio, si está todo el rato sentado al lado mío, nunca se da el espacio para observarlo y quererlo. Es fácil, lo que pasa es que siempre queremos tener el control de todo y nos aterramos de solo pensar que si él hace cosas por su cuenta, el amor terminará.
Tranquilas, se lo doy firmado. Digan que sí a las cosas que él quiere hacer solo, mientras tanto estará todo el rato pensando en ustedes. El tres no falla, es un resultado matemáticamente no exacto, pero siempre efectivo en la relación. Bienvenido el deseo.
Suerte, mujeres, lleven el tres bajo la manga.