En el mundo empresarial hay una evidente disparidad de género en los puestos de mayor jerarquía y de poder en la toma de decisiones: las mujeres son minoría en los cargos directivos.
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En el campo de la neurociencia se han realizado varios estudios a cargo de la Universidad del Sur de California y de la Universidad Duke que exponen algunas conclusiones que a las compañías les conviene tener en cuenta.
Hombres y mujeres cuando requieren de tomar decisiones en circunstancias “normales” y manejables actúan de manera similar: investigan, reúnen la información necesaria, evalúan riesgos, sopesan los pros y los contras para proceder finalmente.
Sin embargo, después de una serie de experimentos que alteraban las condiciones ideales poniendo a prueba su concentración, se hizo notar que había marcadas diferencias en la manera en que hombres y mujeres respondían.
Bajo presión, ellos tienden a tomar riesgos mayores, y a veces innecesarios, para obtener grandes e improbables recompensas; ellas son más cautelosas y van tras recompensas pequeñas pero seguras. Al final de las dinámicas, los hombres quedaron en desventaja y fueron las mujeres quienes obtuvieron mayores ganancias.
Entre las razones biológicas, los neurocientíficos le atribuyen esta distinción a la hormona del estrés: el cortisol. Este último cuando eleva sus niveles en los hombres los conduce a tomar riesgos, pero en las mujeres un pequeño incremento mejora su toma de decisiones.
Como dato estadístico, entre el 2007 y el 2011 cuando se disparó la crisis financiera mundial, se observó que las compañías que tenían al menos una mujer entre los cargos directivos tuvieron un mejor desempeño en un 26% en comparación con las empresas cuya dirección estaba constituida estrictamente por hombres.
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Estos datos quizá puedan dar una perspectiva a las corporaciones para actuar provechosamente y darles mayor poder de decisión a las mujeres poniéndolas en la cima del organigrama y romper por fin el denominado techo de cristal.
Y ya fuera del ámbito empresarial, esta particularidad también me hizo recordar a mi madre en momentos de estrés y sus acertadas resoluciones. ¿Qué más podemos inferir a partir de estas conclusiones?