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Colapsar para volver a empezar

El mundo está lleno de tentaciones disfrazadas de cosas hermosas. Cuando caminas hacia ellas todo es fácil, pero siempre colapsas. Es justo ese momento el que me trajo aquí.

Con el tiempo, aprendí a parar, y a veces es necesario echarme un clavado en mi interior y gritar súper fuerte “¡estoy harta!” porque solo de esa manera sacudo la necedad de intentar. Porque en necedades, soy una experta.

Todos tenemos historias, yo tengo una muy especial que vengo escribiendo durante veintitantos años. Ha sido un viaje tremendo, y a veces lo odio tanto como lo amo. Se llama vida. 

Me he topado con toda clase de roturas y vacíos. Cuando eso pasa empiezo a entender tantas cosas, como mi necesidad de querer, así desmedida y loca. De entregar hasta quedarme con las manos vacías. De concebir el amor de pareja como algo de lo que no puedo prescindir, y una lista enorme de ideas y significados.

No nos engañemos, todos tenemos nuestras carencias, y la vida nos pone en este mundo para buscar cómo resolverlas, y muchas veces no lo hacemos, solo las sustituimos por otras. En el camino, tenemos dos opciones: evadir a las personas o verlas como aliadas que nos pueden ayudar en el proceso.

Si elegimos lo primero, entonces nos volvemos unos sociópatas, inadaptados y más. Si elegimos lo segundo, corremos el riesgo de poner en manos de otra persona nuestra felicidad, volvernos codependientes a una relación e incapaces de resolver problemas por nosotros mismos.

Muchas veces me he preguntado ¿cómo encuentro el punto de equilibrio en el proceso? Es decir, no puedo aislarme – ni quiero – pero tampoco deseo atribuirle mis vacíos o frustraciones a nadie, y mucho menos que alguien lo haga conmigo. Ya estoy cansada de realciones enfermizas en donde siempre termino siendo la intensa, la que merece más que eso, o la que es demasiado para alguien y ¡pum! el camino más fácil es huir. A veces yo, a veces ellos.

Es muy difícil enfrentar los momentos en los que te cae el veinte de que tú generas la mayoría de tus problemas, pero al mismo tiempo es una sensación aliviadora descubrir que tienes la oportunidad de corregirlo y empezar, poco a poquito. Porque, digo, no es nada sencillo.

Estoy en ese punto en el que mientras termino de entender lo que me pasa y descubrir los huecos y los porqués de mis miedos, mis frustraciones y mis necesidades, también voy tratando de tomar acciones para corregir mis conceptos de amor, amistad, independencia y humanidad, por unos mucho más sanos.

Estoy en un proceso de entrenamiento súper duro, a dieta de expectativas y diferentes rutinas que me ayuden a encaminarme. Cosas que antes me hacían explotar de coraje, ahora me hacen cuestionarme si realmente vale la pena desperdiciar mi energía en ellas. Ese temor que antes me daba por terminar relaciones, se convirtió en el deseo de proyectar la mejor versión de mí misma ante las personas, no por quedar bien con ellas, sino para retirarme satisfecha y sin esa necesidad de regresar a repasarle a la gente lo que hice bien y que no valoró.

Hay muchas cosas que todavía no sé cómo enfrentar, porque en este proceso puede ser muy fácil perderse y descuidar la propia escencia. Por ejemplo, tengo claro que mi relación actual ha venido a romper paradigmas y clichés a los que estaba acostumbrada, pero tampoco deseo renunciar a lo que me hace sentir bien en una relación solo porque alguien no cree en ello o lo juzga.

El secreto mágico es, creo yo, saber comunicarse; aprender a decir ‘no’, aprender a dar las gracias, saber expresar los sentimientos, menos críticas y más afirmaciones, hablarse a uno mismo, y sobre todo con mucha honestidad y sensatez.

Es hoy ese momento en el que ya no me interesa gritar para ser escuchada, ni andar por ahí convenciendo a la gente de ser feliz o que soy la mejor opción. Cada vez me llegan mensajes más claros que subliminales, cada vez las mil opciones se reducen a menos, entonces necesito ponerme las pilas.

El mundo está lleno de tentaciones disfrazadas de cosas hermosas, llenas de luz. Cuando caminas hacia ellas todo es fácil, pero siempre colapsas. Es justo eso lo que me trajo aquí.

He seguido muchas luces engañosas, he renunciado a mis convicciones y mis seguridades solo porque alguien no las aceptaba. Soy un paquetote, lleno de verdades, historias y deseos, pero todos están encaminados hacia una vida tranquila y plena.

Creo que el equilibrio en el proceso del que hablo, trata más de una constante búsqueda que de estacionarse para siempre en algún lugar. Solo que en este momento, el desafío es ¿qué busco y en dónde? No es una pregunta fugaz, es una pregunta que debe estar todo el tiempo.

Gracias por ser, estar y compartir.

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