Mientras me aventaba mi respectivo maratón de Sex and the City, Carrie Bradshaw brilló con la siguiente frase:
Cuando las cosas son muy fáciles dudamos de ellas. ¿Se tienen que complicar para que sintamos que son reales? Nos han enseñado a creer que el amor verdadero no es perfecto. Siempre tiene que haber obstáculos en el segundo acto para poder vivir el ‘felices para siempre’ en el tercero. Pero, ¿qué pasa cuando los obstáculos no están ahí? ¿Significa que falta algo? ¿Necesitamos el drama para que la relación funcione?
Y en ese momento fue como si encajara todo perfecto, alguien –por fin– había logrado poner en orden las preguntas que a veces me había hecho respecto a las relaciones, la felicidad y el autosabotaje. Y la realidad es que muchas veces, queriendo o sin querer, no nos dejamos en paz. Si no hay dolor, vamos por él. Porque es la única manera en la que hemos entendido que las cosas se consiguen. Ironías de la vida.
Si todo está bien, entonces está mal
Hay rachas buenísimas, y aun así seguimos sintiendo miedo de ellas. Es como si todo estuviera de maravilla y entonces volteamos la mirada al cielo y decimos algo como “a ver ya… ¿cuál es el truco de todo esto?”. Porque, digo, cómo puede ser tan perfecto. Pero todo está igual: bien.
Es como el típico caso en el que vienes de una relación conflictiva, de peleas y discusiones bobas todos los días. Y tu relación actual se parece más bien a tu lugar favorito; donde las cosas se hablan, las indirectas se entienden, las discusiones dan risa y la verdad hace mucho que no escribes el discurso antes de un “tenemos que hablar“.
Es justo ahí donde te empiezas a sentir rara, incompleta y todo el panorama se vuelve sospechoso.
Empiezas a pensar que hay un plan macabro detrás de esto. Analizas la situación y vas descubriéndote en un estado de serenidad inusual. No entiendes lo que te está pasando, te gusta la sensación, pero al mismo tiempo extrañas el conflicto. Extrañas ese placer que te daba resolver algo, tener la razón y el sartén por el mango.
Si no hay drama, vas por él. Es como poner a prueba las cosas para ver si la persona con la que estamos tiene interés o si a la primera tira la toalla. Pero en realidad solo nos estamos autosaboteando.
No me gusta generalizar, pero no conozco a una mujer que por lo menos alguna vez no haya recurrido al drama. Y hombres, no se salvan, ustedes también lo hacen con más frecuencia de lo que se imaginan. Es como un requisito en las relaciones.
El dolor es inevitable, pero no es necesario. Entonces olvídate de cargar con él para todos lados o buscarlo hasta debajo de las piedras solo para sentir que algo está vivo. Porque también la felicidad es vida y es real. La estabilidad es posible si estás con la persona correcta y si eres la persona correcta. No se trata de perfección, sino de percepción. No necesitamos obstáculos para que algo se fortalezca.
Mi idea de estabilidad no consiste en cuántas veces me he repuesto de algo, cuántos conflictos he resuelto o cuántas veces he tenido la razón. Mi estabilidad consiste en abrazar fuerte los momentos felices y en donde encuentro sincronía con esa persona.
Dale la vuelta al drama, sorpréndelo con un chiste bobo, una palabra linda o un beso. La razón la vas a tener muchas veces en una relación, pero ese placer no dura tanto como el de un momento de felicidad compartida.
Así que, no tiene que doler para ser real, porque si duele es porque no eres feliz. Y si no eres feliz, entonces ¿qué haces ahí?
Gracias por ser, estar y compartir.