Me gustan los niños. Los encuentro adorables y entretenidos, pero luego de un rato me cansan y me aburren. Suele dolerme la cabeza cuando lloran y no soporto ver “pataletas” en espacios públicos.
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Crecí siendo hija única, a mi entorno nunca llegó otro niño o niña que perturbara mis espacios de tranquilidad. Para que no suene tan egoísta debo reconocer que sí compartí con mis primos, que son muchos y casi todos de la edad, así que carencia de relaciones no tengo.
De un tiempo a esta parte he visto a muchas mujeres de mi entorno quedar embarazadas o ser mamás. Son felices comprando cosas para el recién nacido, son felices hablando de amamantar, son felices tomando fotografías de sus panzas y son felices con el proceso completo. A mi no me causa gran emoción, o sea, no es una emoción considerable. Muchas veces me han dicho “¿Crees que no deseas tener hijos? Una vez que los tengas cambiarás de opinión”, y aunque es una de las frases típicas que tienes que escuchar en entornos femeninos, asumo que es por lo mismo: aún muchas mujeres siguen pensando que solo se sentirán realizadas a través de la maternidad.
Otra vez, estando en una reunión familiar, me preguntaron si deseaba cargar a un bebé recién nacido. Dije que no. El asombro de una de mis tías fue tal que se le transformó un poco la cara cuando le comenté que no me gustaba tomar guaguas. Luego, de todas formas me lo pasaron y vino el comentario inevitable: “mira que te ves bonita”. Yo no podía estar más seria y mi madre, consciente de mi punto de vista, salió en mi defensa diciendo que yo no quería ser mamá joven, que prefería realizarme en otros aspectos. Caos, desolación y catástrofe en la mirada de todas esas mujeres.
He llegado a considerar que incluso no quiero ser madre. ¿Esto me hace menos mujer? ¿Seré una egoísta? Preguntas típicas que aparecen porque, querámoslo o no, vivimos en una sociedad que juzga nuestras decisiones. Yo no sé si todas estas mujeres que hoy viven una maternidad, maravillosa a simple vista, no se habrán cuestionado en un principio si eran capaces de traer este hijo al mundo, si querían hacerlo, o si lo deseaban realmente.
Para muchas la idea del aborto cruzó por sus cabezas, pero no lo hicieron por la presión social y familiar. Luego de la etapa de terror inicial se acostumbraron a la idea y hoy son felices con sus hijos. Llegando a este punto considero que yo no hubiese actuado de esta forma. Si mi método de anticoncepción hubiese fallado, sí hubiese abortado.
Desde hace algún tiempo se discute la posibilidad del aborto terapéutico en nuestro país, y hace no mucho vimos una manifestación frente a La Moneda de un grupo de “Pro-vida” que criticaba este proyecto de ley, pero aunque me caigan rayos y truenos debo afirmar que creo en el aborto despenalizado en cualquier situación.
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Quizás se me tilde de egoísta o de asesina, diversos son los parámetros que se tienen para vislumbrar el asunto desde ambas posiciones, sin embargo, mi pregunta no deja de ser la misma. ¿Cuántas madres en extremo jóvenes existirían si es que tuviésemos una ley que nos amparara en estos casos? Quizás ahora sí son felices, quizás ahora sí valoran el esfuerzo que hacen día a día para vivir con un bebé, pero también quizás en algún momento desearon que eso no ocurriera y no se atrevieron a decirlo por la culpa y por el terror que causa en una sociedad tan conservadora la palabra aborto.
Porque pensar en el aborto no te hace ser una persona que avale el asesinato, y tampoco te hará una peor madre en un futuro.
Pensándolo bien, sí deseo ser mamá, pero a un tiempo en el que pueda entregar seguridad a mi hijo. Quiero estudiar y especializarme en mi profesión, quiero viajar mucho, quiero disfrutar de ser mujer y disfrutar de mi pareja, quiero asumir los cambios que tendrá mi cuerpo llegado el momento de ser madre, quiero desarrollarme como mujer en todos los sentidos y de ahí, cuando sea una persona estable, tal vez quiera traer un niño al mundo, o tal vez adoptarlo. Y eso no se dará antes de los 35, lo tengo decidido.