Sin necesidad de profundas reflexiones, un día te das cuenta que ves el mundo y la vida a través de tu teléfono y del monitor. ¡Qué ventaja tener todo al alcance de tu dedo! ¿Seguro?
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Vemos el trabajo, las relaciones sociales (y las amorosas), hasta nuestra comida y la naturaleza a través de una pantalla; vaya, también acariciamos gatitos visualmente. Compartimos los momentos significativos hasta los más triviales y está bien, pero Facebook está lleno de personas entusiastas dentro y bastante indiferentes en el mundo exterior.
Deshacernos de todos estos aparatos es una idea imposible o al menos descalabrada. Pero podríamos hacer el intento de reducir su uso, saquemos de ahí nuestros sentimientos y que los valores se conviertan en intenciones, procuremos interacciones cara a cara aparte de las de rigor.
Festejemos nuestros logros para recibir abrazos tangibles más que interminables comentarios y likes, demos nuestras condolencias en persona cuando alguien atraviesa un fallecimiento en su familia o mínimo con una llamada telefónica, no en una publicación; digamos buenos días y los mejores deseos pero a quienes encontramos a nuestro paso, dile a tu madre al menos la mitad del rollo que posteaste en su cumpleaños, ¿de qué sirve alardear de valores, de ser el mejor amigo si sólo lo eres en el home de la red social? Conozcamos a alguien nuevo sin un dispositivo de por medio.
¿Por qué te privas de disfrutar tu comida caliente por sacarle la mejor foto para Instagram? Salgamos por un helado, un café, un té con tu incondicional en el Whatsapp. Abajo ese ensimismamiento y quítate los audífonos, escucha el entorno. Despertemos todos nuestros sentidos. ¡Ten sexo con el que llevas semanas sexteando! Si quieres y te prende, claro.
Las vacaciones en familia ha devenido en una estampa donde cada miembro interactúa con el dispositivo de su predilección, el mar y los atardeceres solo son percibidos por las pantallas, envueltos en una muda convivencia.
Entiendo que todo esto suena a sermón, pero si bien valoro la tecnología y tampoco se trata de luchar contra ella, esto es para recordarme que se debe mantener un equilibrio, porque también soy una terca aferrada a su smartphone que se queja del por qué actualmente la vida no es simple, y el amor menos. Ahí tenemos, en parte, la respuesta.
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De cualquier forma me complace saber que existen animales que corren libres, que siguen creciendo árboles, que todos los atardeceres son distintos y que las olas del mar siguen rompiéndose sin depender de la tecnología, como nosotros.
¡Qué bello! Y qué feliz soy cuando pienso todo lo que mis ojos pueden ver y no a través de mi teléfono. Salgamos de nuestros aparatos, dejemos la conformidad de expresar todo ahí. Y al contrario de la canción de Zoé, ¡desconectémonos!