No sé si alguna vez fueron tiempos fáciles para los soñadores, seguramente no. Sin embargo, creo que muchos renuncian a sus sueños ya sea por comodidad, o miedo. Me viene a la mente la chica que dejó el trabajo en la NASA por casarse. Desconozco sus sueños, sus prioridades. Es un hecho que ser muy bueno en algo no lo convierte en algo que deseemos hacer por siempre, o que nos apasione. Pareciera que hay una gran pelea entre la comodidad, el amor y los sueños, al menos desde mi perspectiva.
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Los grandes sueños requieren grandes sacrificios. Cuando decidiste ir por ese gran sueño, lo supiste. Algunos sacrificios vienen pronto: tener que trabajar el doble, dormir poco, renunciar a las fiestas de los viernes, despertarte temprano los domingos. Es algo que me repito constantemente, cuando salgo de casa temprano para cumplir con dos trabajos y llego tarde a casa para estudiar música. Los grandes sueños requieren grandes sacrificios, punto.
Es una cuestión sencilla: perdemos la capacidad de apreciar todo aquello que nos viene fácil. Pero lo que te lleva varios años, muchas derrotas y momentos difíciles acariciar tu sueño, contemplarlo, amarlo y no concebir tu vida sin él. Es como una comezón que no se quita (si me permiten la imagen).
Tiene su lado de bendición y maldición: uno tiene miedo de rendirse y dejar de excavar antes de encontrarse con la mina de oro, o seguir intentando hasta darse por vencido por completo. Es difícil mantenerse optimista pero con los pies en la tierra. Más o menos, esta canción describe cómo se puede sentir un gran sueño:
No sé si sólo soy un tonto. Debería anclarme al suelo, debería quedarme donde estoy.
Quizás todos tienen hambre así, y el hambre pasará. Pero no puedo pensar así […]
Y tengo un gran río dentro de mí…
Y en el momento menos esperado… te enamoras
Digamos que llevas 6 años luchando por ese sueño especial, o 10, o 15. No importa, llevas mucho tiempo y es algo que estás decidida a cumplir, también es algo que nadie sabe cuándo, pero en un futuro no muy lejano te llevará a sitios muy separados. Te permites pocas distracciones. Pero el amor no es algo que se controle, o se pueda guardar en el cajón para cuando tengamos tiempo. Sólo pasa.
¿Qué haces? ¿Te dejas llevar por el tiempo que te queda? O ¿te mantienes firme y te concentras en que pronto tus sueños te llevarán lejos y hay cargas que no te puedes llevar? Una tercera opción es: renuncias a tu sueño en nombre del amor, porque vale la pena, ¿No? Quizás, una opción muy loca: buscar una manera de que ambos puedan cumplir sus sueños.
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Yo decidí que no. No amarrarme ni a una persona, ni a un perro ni a una empresa, sólo a una idea. Pero cada quien lo enfrenta de manera diferente. La verdad es que aferrarnos a las personas porque creemos cosas como que son el amor de tu vida, o que nunca encontrarás a alguien igual. Claro, puede ser, pero eso no es malo. Dejar de aferrarse a las cosas y a las personas es algo que nos ahorra pena y sufrimiento. Llegar a tus metas te lleva a sentirte como una persona plena.
La pregunta real, y sumamente personal, es, a la larga, ¿qué es lo que te va a hacer más feliz y hacerte sentir más completa?