No necesitamos un manual y mucho menos una cura, la felicidad está todo el tiempo en cosas que ni nos imaginamos. Desde un ‘buenos días’ hasta un encuentro inesperado con alguien especial, pueden convertirse en los segundos más importantes y significativos de tu día.
He aprendido que todos, absolutamente todos los días están llenos de momentos así. Que mientras estamos concentrados en darle el poder de nuestro tiempo y ánimo a un problema que, además, se puede resolver, el mundo afuera de nuestra cabeza sigue girando y trayendo continuamente un sinfín de oportunidades de cambiarle el sentido a nuestro día, a nuestra vida.
Soy una persona que aprecia los pequeños detalles, fijadita quizá, pero esto no es más que un recordatorio constante de que mi vida, la gente y las cosas que hay en ella todos los días me sorprenden. Es tan espontáneo y mínimo que se convierte en algo muy significativo, y muchas veces le da una vuelta completa a mi mundo.
Un café, una buena noticia, un chiste local, un cumplido, un gesto amable como abrirme la puerta, servirme un café o regalarme un dulce, una plática amena o que simplemente quieran compartir conmigo un rato, son cosas que siempre pasan, tal vez no todas juntas, pero pasan.
Más vale aclarar que igual tengo pésimas rachas, pero aún en las peores he hecho este ejercicio de ‘ver más allá’ y descubrir que las posibilidades de sentirme feliz son tan grandes como yo quiera. Esto no significa que desatienda mis problemas, sino que sea capaz de ver que estos solo son una pequeña parte de la cajita de sorpresas de mi vida y que cada vez que lo necesite tengo estas otras cosas lindas que me hacen sonreír y me dan tranquilidad. Solo hay que tratar de escogerlas más seguido.
Entonces, en uno de estos momentos de lucidez, salió esto. Es mi ‘estribillo’, igual no lo repito como hábito, pero si procuro leerlo diario. Y dice así:
Ubica la parte más fuerte que hay en ti, abrázala, llénate de ganas y de vida. Piensa en qué lugar quieres estar y con las personas que quieres compartirlo. Trabaja en mantener tu conciencia tranquila y tu corazón fuerte. La tarea es no dejar de sorprenderse y disfrutar TODO; si te duele, que te duela, si te gusta, que te guste. No trates de pensar con el corazón, porque para eso está el cerebro. Está prohibido ahogarse en la necedad de querer que las cosas sean como tú quieras. Deja ser, tú sé. Deja que la gente que está contigo, esté porque así lo decidió. Gánate las cosas; la confianza, el cariño y la bondad de la gente. Es hora de soltar y cederle tantito el control a la vida. Quiérete, apapáchate, vívetete en todas tus facetas. Se vale y te lo mereces. Recoge los pedacitos rotos en ti y ármate con calma pero con doble pegamento.
Me costó algo de tiempo armarlo, la idea es que cada que lo lea recuerde que una vez pensé así y las cosas tomaron un rumbo diferente para bien. Lo comparto contigo para que armes uno propio y lo traigas a ti cada vez que sientas que el piso se tambalea.
La felicidad no está aquí para que la aprendas, está aquí para que la vivas. En todas las cosas hay algo que rescatar, solo decide qué tanto de ella quieres que se quede contigo y qué tanto contagias a los demás. Así, bonito.
Gracias por ser, estar y compartir.