Al salir de la universidad pensé que la siguiente época a vivir sería una en donde haría lo que quisiera con mi vida y mis gustos e intereses serían por primera vez en mucho tiempo prioritarios en mi lista de cosas por cumplir, pero supe que no todo sería como lo imaginé al ver a una de mis amigas de la vida convertirse en esposa.
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Solía creer que las jóvenes mujeres de mi círculo social querían cosas similares a las mías: terminar una carrera universitaria, trabajar con gusto en lo que se estudió, salir con amigas a donde uno quisiera y comprar ropa hasta decir basta, pero la palabra “matrimonio” definitivamente no estaba en mi lista, mucho menos los bebés.
No me malinterpreten, no tengo problemas con el matrimonio ni con los hijos, pero soy de esas personas que creen que saltarse las etapas juega en contra de uno, y perdón por si alguna de ustedes cree que el matrimonio viene enseguida después de los estudios, pero yo soy de las que piensa que luego de los estudios viene uno mismo, aprender a conocerse y quererse, además de darse gustos, compartir con los más queridos y por qué no, vivir sola, tal cual neosoltera.
Está bien, a pesar de que existen estudios que tratan de calcular cuál sería una buena edad para contraer matrimonio y la edad ideal para embarazarse, siento igualmente que es un tema que no quiero tratar en mucho tiempo, siento que me gusta estar en la década de los veinte años y no tener más compromisos que salir con mi novio, sacar a pasear al perro o cuidar a mi hermano pequeño.
Pero cuando Lorena, una de mis mejores amigas, me contó que se casaría con el hombre con quien llevaba más de dos años, sentí recogimiento. Al igual que Lorena, llevo una relación sentimental hace casi tres años, pero ni siquiera hemos convivido en su plenitud todavía, es decir ni siquiera hemos decidido irnos a vivir juntos y empezar con la muchas veces odiada rutina y eso que no existe un compromiso como el del matrimonio, entonces pensé en lo importante que Lorena haría, la etapa a la que estaba entrando y supe que yo no quiero entrar a ella en lo que queda de década.
Me da terror, terror saltarme etapas y luego culparme por no vivirlas, terror de hacer mal las cosas, de forzarme a que todo sea perfecto y resulte un perfecto desastre, pero debo decir que esta sensación de angustia pasó hace unos días cuando hablé con mi novio y le dije mis dudas acerca de un compromiso como el del matrimonio. Honestamente creí que me diría que estaba loca por pensar así las cosas, pero me sorprendí al ver que tenía sentimientos parecidos y quedé aún más sorprendida cuando me dijo que si bien el tenía miedo, no por miedo no haría cosas y viviría etapas que son parte de la vida, que correr riesgos es importante, porque si bien no todo puede resultar bien, no por miedo no vivirás etapas de la vida.
Debo reconocer que mi punto de vista sobre el matrimonio cambió desde ese día, no completamente, pero ahora creo que es necesario correr los riesgos y si Lorena quiere casarse, estaré allí para ayudarla y a que no se arrepienta de su decisión y si se llegara a equivocar, también estaré ahí para ella.