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Cómo perder la inocencia

He perdido la inocencia tantas veces y sin embargo, ella siempre regresa a mí con su paracaídas listo para ser abierto por mi mano

Perdí la inocencia cuando descubrí que es cierto eso que dicen que uno es su mayor enemigo, y me metí en líos tan graves que arrastré a la gente que más amo a mi pequeño abismo. Perdí la inocencia cuando mi hermano llegó a urgencias, cuando vi a mi madre sufriendo y a mi padre preocupado. Perdí la inocencia cuando no supe lidiar con todo eso y me refugié en mis vicios, en todo menos en mí misma, cuando me ausenté de lo que soy y me arrastré a la desesperanza. Perdí la inocencia cuando descubrí que puedo morir en cualquier momento y que no he disfrutado lo suficiente por estar perdiendo el tiempo en cosas insignificantes, como una frustración en el trabajo o una relación que fracasó.

He perdido la inocencia tantas veces y sin embargo, ella siempre regresa a mí con su paracaídas listo para ser abierto por mi mano. La inocencia vuelve cuando me sorprendo cantando en el coche mientras el tráfico intenta sofocarme, cuando me subo a un avión y me emociona el despegue, cuando pruebo un sabor diferente o platico con un hombre, intentando disimular que muero por besarlo. Y me siento ingenua, libre de pasado.

Me siento inocente cuando regreso a casa y veo a mi madre cocinando mientras escucha música, cuando algún amigo me cuenta una broma y nos reímos como si tuviéramos once años. La inocencia me invade cada que decido dejar de pensar tanto y me permito ilusionarme con el futuro, con conocer otros sitios, con enamorarme, con la posibilidad de ser mamá y traer al mundo a alguien que me hará aún más inocente al demostrarme que en realidad no sé nada de la vida.

Porque en realidad, sigo siendo esa niña que brinca en la cama y juega a ser adulta con su maquillaje extra y sus tacones de aguja, esa niña con su miedo a los monstruos y su encanto por lo fantástico. Esa niña que contaba hormigas en un parque y que lloraba cada que veía El Mago de Oz pero aún así jugaba a ser Dorothy y a volar en medio de tornados.

Porque la inocencia es algo inevitable para quienes sentimos sin miedo. Y por eso, por más golpes, pérdidas y equivocaciones, sigo siendo tan inocente como para sorprenderme por el simple hecho de seguir viva. Y doy infinitas gracias por ello.

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