Hoy quiero celebrar este día con y por todos los bisexuales del mundo. Por los que aún tienen miedo de reconocer su orientación sexual a su familia y amigos. Por los que viven con la angustia sin saber si son gays o heterosexuales. Por los que se besan a escondidas y por los que quieren pero no se atreven a besar a su amig@.
Nunca he entendido por qué entre los jóvenes todavía hay tantos homofóbicos o de aquellos que dicen que les da lo mismo siempre y cuando no sean coquetos con ellos. Nací y crecí en Chile. Entre medio, viví parte de mi infancia en Ecuador.
Sin embargo, para haber vivido en dos países muy conservadores y católicos nunca en mi vida he mirado con asco cuando dos personas del mismo sexo caminan de la mano. Ni cuando simplemente se dan un beso tierno como la mayoría de las parejas o incluso cuando están borrachos y se devoran en la pista de baile como much@s hemos hecho.
La mayoría aprende los valores y principios en su casa y en las escuelas. Mi colegio era católico, mi familia también. Mi abuela jamás fue capaz de decir homosexual sin fruncir el ceño ni de dejar de decir maricón. Mis papás son más tolerantes, pero la tolerancia no significa igualdad.
Yo, en cambio, tendría sólo hijos homosexuales o bisexuales para darles el amor que en tantas otras familias no sentirían. El amor que se merecen por ser personas, no por ser “especiales”.
Aún recuerdo un poema de Pedro Prado que leí a los 12 años:
Nadie escoge a su amor. Nadie el momento. Ni el sitio ni el lugar. Ni la persona.
Nadie escoge a quién amar. Nadie puede decirte a quién amar. Ni a quién es correcto e incorrecto amar. Uno ama. Uno siente. Es algo que lo sientes desde tu panza, que hace que se te acelere el corazón y que pone tus piernas temblorosas.
Dicen que Dios es lo más sagrado del mundo, pero Dios es amor. Y para mí el amor es lo más sagrado y vital en mi vida. El papa Francisco hace poco declaró: “Dios en la creación nos ha hecho libres, […] si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla“.
Ojalá que estos dichos del papa logren cambiar la percepción que muchos católicos tienen de los homosexuales y bisexuales.
Si dependiera de mí, ¡modificaría las leyes para que el matrimonio sea una unión entre dos personas y legislaría para que cualquier núcleo familiar pueda adoptar niños! Porque no por ser una pareja heterosexual puedes adoptar, uno postula y pocos logran que crezcan sus familias.
¿Cuántos niños están hoy en un orfanato que podrían crecer en familias que los quieran, cuiden y críen? ¿Cuántos de ellos no tienen un futuro como el que se merecen por falta de cariño y oportunidades? Simplemente cuántos.
¿Y tú, qué opinas?