En un mundo ideal podría censurar a toda la gente y cosas que no me agradan, no sólo en redes sociales que ya cuentan con maravillosas opciones para bloquear o esconder las actualizaciones recientes de equis o ye asunto o persona, sino que también podría bajarle el volumen a la voz de aquellas personas que deciden que una cena casual es el momento perfecto para, no informarte sino, someterte a entender, aceptar y adoptar como tuyas las ideas que ellos ya decidieron son el camino y la verdad. Pero mientras no exista ese maravilloso dispositivo o una manera no incómoda de decir “cómper, regreso cuando le hayas bajado dos rayitas a tu intensidad”, sólo se me ocurre que para sobrevivir lo mejor que puedo hacer es sonreir… y dar el avionazo, cuando sea posible.
Aunque a veces me resulta muy complicado mantenerme calmada cuando escucho ciertas frasesillas que por alguna razón muchos utilizan sin ton ni son y que, honestamente, nos haría mucho bien desechar de nuestro vocabulario de una vez por todas. Seguro que las has escuchado de la boca de una amiga, de una compañera de trabajo, de un novio o de un amigo; y puede que no te molesten tanto como a mí que suelo ser -tantito- intensa a veces, pero ¿has pensado qué hay detrás de ellas?
1. “Te prometo que es la primera y última vez que lo hago” y sus prima hermana “Nunca más lo vuelvo a hacer”: ¿Listas para hacer un examen de conciencia? Piensen muy bien cuántas veces han dicho esta frase y cuántas más han vuelto a delinquir después de haber perjurado que no volverían a tropezar con esa piedra, meter la cuchara donde no deben o hacer aquello que a alguien ofende o lastima. Hay que admitir que a veces lastimamos sin querer y otras no queremos renunciar a las cosas que nos gustan, pero no se vale que por no querer afrontar las consecuencias de nuestros actos prometamos en vano. Va para aquel novio que todos los fines de semana te promete que no se vuelve a pasar de copas, aquella amiga que se disculpa por haber contado tus intimidades otra vez… Please, si su intención es calmar la tormenta y no cambiar verdaderamente, entonces no digan que eso es lo que harán
2. “No eres tú, soy yo”: Hollywood y la televisión se han encargado de hacer que esta frase pese mucho menos de lo que debería y se haya convertido en un simple pretexto para lavarse las manos; por eso es difícil saber cuándo es algo sincero y cuándo no, lo que puede llegar a ser un poco… desesperante. Sin embargo, aún si escuchar esto es tan cliché como recibir un chocolate en San Valentín, la gran advertencia está para quienes la dicen: No malgasten una razón como ésta para librarse fácil de alguien, el karma puede venir a cobrar deudas pendientes con un “sí, la verdad sí eres tú” cuando se lo digan a la única persona con la que sea cierto y esta les responda con cara de alivio… y les duela hasta el último gramo de corazón
3. “Todos los hombres son iguales”: Uh, esta es por mucho una de las que más detesto. Generalizar está bien cuando se está de un lado del espectro, pero ¿qué pasa cuando tú te vuelves parte de esa población que ya se ganó una etiqueta gratuitamente? Decir que todos los hombres son iguales es tan tonto como decir que todas las mujeres están locas, como decir que todos italianos son guapos, como decir que todas las salsas de los tacos pican y asegurar que todas las suegras del mundo son insoportables. Bueno, si tienen algo de cierto esas afirmaciones ya cada quién lo decidirá pero les aseguro que no se siente padre escuchar a alguien decir “Todas las mujeres de tal lugar son bien putas”
Y ahora llegamos a la importantísima parte de llamar puta a alguien. No tolero cuando un hombre o mujer llama puta o zorra a quien sea, más cuando claramente es una cuestión de celos o machismo sin fundamentos. Porque, claro, “puta es la que tiene relaciones antes del matrimonio”… pero son muchas más las que admiten que lo hacen y las que se dan baños de pureza se sienten con la capacidad de juzgar.
También llaman puta a la que abiertamente vive y decide su sexualidad, porque como bien dice la frase…
4. “La mujer debe ser una dama en la mesa y una puta en la cama”: ¿En qué siglo estamos? ¿Por qué sigue siendo una frase popular y por qué tanta gente está de acuerdo? ¿Por qué un hombre puede hablar abiertamente de sus conquistas y acostones pero nosotras tenemos que sonreír, hacer cara pícara y cambiar el tema?
Para mí, estas cuatro frases son tan irritantes porque detrás de ella hay cuatro factores determinantes que como sociedad y como seres humanos nos están haciendo una falta terrible o nos están lastimando de más: La honestidad, el compromiso, el maldito machismo (que vaya que a los mexicanos nos sobra) y la doble moral.
¿Qué opinan?