Siempre escucho a mis amigos y amigas describir a sus parejas perfectas como alguien, por no decir exactamente igual, muy parecido a ellos. A las que les gusta leer y discutir sobre la naturaleza buscan a un hombre igual de sensible y culto. Los fanáticos de fútbol describen a su novia ideal con las mismas cualidades que sus amigos pero con un lindo par de ojos coquetos.
Supongo que no está nada mal querer que la persona con la que pasarás buena parte de tu tiempo también sienta pasión por lo mismo que tú, pero también es importante recordar que muchas veces las diferencias enriquecen.
A lo mejor uno de los dos es cinéfilo, y el otro un as de la cocina. Basta con que los dos estén interesados en lo que le apasiona al otro para que la convivencia pueda ser buena; o al menos eso creo yo.
Hay algo en la mirada de una persona que te cuenta sobre lo que realmente le apasiona, historias y cosas que hacen que su corazón lata más fuerte, y encontrar la belleza en eso es la clave para que blanco y negro puedan, no solo convivir, sino complementarse como nunca.
Además es un gran pretexto, eso de no ser tan parecidos, para poderle mostrar (por primera vez muchas veces) lo que más te gusta. Imagínate lo bonito de poder compartir su primera visita a la playa juntos, o ver la película que más te hace llorar, acompañada por alguien que puede gritarle a los personajes de la pantalla un “no, ¡no lo hagas!” con la misma emoción que tú.
Lo bonito, creo, es eso de descubrir más de un mundo nuevo a la vez. No solo conoces a una persona, sino también todo lo que le rodea: sus pasatiempos, amistades, secretos, música, ídolos, costumbres. Aunque algunas puedan ocasionar conflictos o discusiones, al final del día lo que marca el éxito o fracaso es la habilidad para comunicarse y entender; acabando por respetar.
Las personas con las que he salido, por mucho muy diferentes a mí, siempre han dejado en mí un poco de lo que ellos aman, y eso me encanta ¿Alguna vez has salido con alguien muy diferente a ti? ¿Te gustó?