Hace poco un primo mío emigró a otras tierras. Dejó lejos a su familia y amigos y se embarcó en una aventura, hacer un “internship” en Milán, Italia. Este viaje partió hace harto tiempo, desde la postulación, la espera frenética, la respuesta emocionante, la afinación de detalles, las despedidas, la pena y la emoción. Me imagino que debe estar lleno de adrenalina viviendo esta nueva etapa en un país desconocido, donde las cosas funcionan distinto, partiendo de la base que ya no está en la comodidad de Latinoamérica, sino en el antiguo continente, donde das un paso hacia el lado y estás en otro país.
En fin, este tema da para mucho, pero hoy en la mañana estaba repasando lo último que nos escribió. Nos contó de su llegada, de lo poco preparado que estaba (a pesar de sentir todo lo contrario antes de partir) respecto al lenguaje, pero lo que lejos más le ha sorprendido, es el desorden. Que las cosas no funcionan como acá, que es difícil encontrar ciber cafés o centros de llamados, que la comida es cara, etc.
Me acordé de esa sensación que siempre me recorre cuando estoy en otro país. Podremos quejarnos todo lo que queramos, todos los días, de mil temas, pero no hay nada como la casa, no hay nada como estar en tu país. Es muy probable que nosotros también tengamos nuestra gran cuota de desorden, y quizás para un suizo, aquí nada funciona a la perfección, pero funciona para nosotros, y estamos acostumbrados a los contratiempos y tomamos las medidas necesarias para paliarlos.
La última vez que sentí esta fuerte sensación fue cuando estuve en Cuba. Ok, estoy comparando nuestro país con Cuba, que, fuera de toda tendencia política, es un país que no está en crecimiento, que no está mejorando, que sus servicios no son los mejores (la mayoría de los médicos prefieren ser barman en Varadero), si tienes plata (aunque en verdad, nadie la tiene) y quieres llevar una buena vida, debes definitivamente irte a otro país, pero para irte debes ser “artista o diplomático”, etc. Me tocó vivir el terremoto del 27F en Varadero, y déjenme decirles que fue un mal lugar para pasarlo a la distancia de mi familia. Partiendo de la base que los sistemas de comunicación son francamente malos, en este estado de emergencia en donde todos los turistas chilenos intentaban comunicarse con sus familias, colapsamos la red telefónica cubana. Olvídense de Internet. Como Cuba y Estados Unidos están en malos términos constantemente, existen barreras gringas por los lados que se les ocurra, y una de esas es con los satélites. Yo no entiendo muy bien los sistemas, pero WiFi en Cuba, ¡jamás! En este sentido me sentía desprovista de las comodidades que uno da por hecho estando acá, pero que en otros lados parecieran no ser necesarias, o ser un bien demasiado poco común.
En fin… siento que me estoy yendo por las ramas para hablar del tema que me interesa. A pesar de todos los temas que vemos día a día en las noticias, de los problemas en distintos ámbitos, no hay lugar como el de uno. Como dicen “mejor diablo conocido que diablo por conocer”. Me gusta vivir acá, me gusta que dentro de todo, funcionen las cosas. Me gusta Chile.
A mi primo, bueno, un abrazo, ¡y paciencia!