Equilibrio es una palabra fuerte y llena de significados profundos. Últimamente escucho que es indispensable para lograr una vida plena y feliz. Supongo entonces que el verdadero problema de todos no es encontrar la fórmula de la felicidad, porque todo parece indicar que la tenemos muy clara. El verdadero reto está en la palabra “equilibrio”.
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Por lo que entiendo, todo se basa en el balance de las cosas. Es decir, equilibrio entre la vida personal y laboral, en lo que comemos, en nuestro descanso, en fin. Todo se trata de mantenernos en el punto medio porque cualquier extremo en la vida representa un peligro.
Creo que la mayor parte del problema está instalado en nuestra idea de perfección. La ansiedad de que “lo bueno” permanezca y de manera organizada nos genera más estrés de lo que imaginamos.
Si pensamos en la verdadera esencia de la vida, entonces estamos de acuerdo en su dinamismo y movimiento. Ni la vida, ni el mundo, ni nosotros somos estáticos, por ende es imposible mantenernos en equilibrio todo el tiempo sin sentir por un milisegundo cómo todo se sacude de repente.
Me imagino que cada uno de nosotros es un péndulo que constantemente va y viene de un lado a otro. ¿Entonces qué nos hace creer que la felicidad la encontraremos cuando nos quedemos quietos justo en medio de todo eso?
Si entendemos el equilibrio como un límite, como dejar de hacer ciertas cosas para encontrarlo, entonces estaremos olvidando su verdadero significado. Ese balance en la vida tan anhelado por todos, no tiene relación alguna con la prohibición o la abstinencia. Simplemente se trata de colaborar con los opuestos de manera equitativa, de probar todas las cosas, de nunca dejar de movernos, como un péndulo.
Con esto no quiero decir que debamos perdernos en el exceso y comportarnos como unos irracionales que no distinguen lo bueno de lo malo y hacen tanto una cosa como la otra sin pensar en nada más que en el placer. Pero sí considero indispensable explorar un poco de esos extremos para saber exactamente en qué punto debemos pararnos. Porque definitivamente esa mitad, en donde todo es perfecto y armónico, difiere totalmente de una persona a otra.
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Pensar que debemos mantenernos siempre en el punto medio nos angustia. La vida se mueve todo el tiempo y nosotros con ella. A veces nos encontramos más hacia un lado que otro, y tal vez –sin asegurar nada—parte de esa fórmula no es solo correr cada vez hacia donde todo se detenga, sino soltarse tantito y dejarnos llevar por la inercia del movimiento.
Lo único que nos sostiene y soporta en un momento de turbulencia es y será siempre la capacidad con la que logremos aceptar y amar cada cosa que sucede en nuestra vida. La única herramienta verdaderamente útil para enfrentar las adversidades va más allá de pararnos sobre un solo pie y resistir la fuerza del viento o de lo que está en nuestro alrededor, está en fluir constantemente. El equilibrio de todo está en el movimiento.
La vida es como andar en bicicleta, siempre hacia adelante y guardando el equilibrio.
Gracias por ser, estar y compartir.