Las palabras encierran vida. Cuando escribo voy dejando pedacitos de mi en cada hoja y en cada alma que me lee. Por eso, al hacerlo, siento como si me desbaratara, me deshiciera y voviera a nacer de otra forma. Todo, absolutamente todo, cambia.
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Aquí una pequeña lista de lo que las palabras me han enseñado de la vida:
- Siempre hay algo que decir y siempre hay algo que escuchar.
- Las palabras pueden ser tesoros irremplazables o armas letales. Úsalas bien.
- Siempre, SIEMPRE, hay alguien que ansía escucharte.
- Todas las palabras tienen cuerpo y alma: letras y sonido.
- Escribir es dibujar el cuerpo de las palabras, porque su alma se queda en el corazón de quien las recibe.
- Ninguna palabra es buena o mala. Solo hay contextos favorables o desafortunados.
- Todo lo que escribes existe. Todo lo que hablas existe.
- Las palabras tienen el poder de destruirte y el de construirte. Tú eliges qué quieres hacer con ellas.
- Las palabras trascienden más que cualquier persona o acto en el mundo.
- Las palabras no son de quien las dice, son de quien las hace.
- Un abrazo o un beso son sus mejores acompañantes.
- Hay personas que siempre afirmarán que los hechos valen más que las palabras. A esas personas nunca les han dicho ‘adiós’ o ‘ya no te quiero’.
- Las palabras más poderosas que he pronunciado han sido: perdón, gracias y nosotros.
- No creas todos los significados del diccionario.
- El corazón es el diccionario más grande y sincero.
- Las palabras no se escriben con tinta, sino con el alma.
- El silencio no es la ausencia de palabras, es un diálogo interior.
- Toda historia maravillosa, empezó con una palabra.
- Las palabras tienen fecha de caducidad. De vez en cuando hay que repetirlas para que no se olviden.
- Aprende a ser selectivo con lo que escuchas y lo que dices.
Y me despido con una hermosa frase:
La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta, es la misma que entre el rayo y la luciérnaga.
Gracias por ser, estar y compartir.