Actualidad

En busca de señales

Las señales son una tentación. Están en todos lados convenciéndonos, y cuando lo hacen, a veces elegimos la equivocada.

Cada que cocino una pasta me pasa lo mismo: algunos espaguetis quedan perfectos y otros no. Cuando aprendí a prepararla, estaba —ya saben—  ese truquito de agarrar uno y aventarlo a la pared, y si se quedaba ahí pegado, entonces ¡felicidades! Eras una experta cocinera.

PUBLICIDAD

Lo hago así, siempre. Pero el truquito dejó de funcionar el día en el que todos los espaguetis confabularon en mi contra y el único que se coció bien, fue justo el que agarré. Los demás solo me decepcionaron.

Así me pasa con las señales, elijo la que me parece más ‘milagrosa’, la que más me sorprende (o la que más me conviene). Y casi siempre suele ser la primera; por desesperada, emocional, reactiva, yo qué sé.

Si eres como yo, todo el tiempo andas en busca de señales. Me siento perdida en el limbo de la indecisión. Y las señales siempre están ahí, disfrazadas de mil formas, tamaños, colores, sonidos y hasta personas.

No sé si les ha pasado que están pensando en una cosa y de repente escuchan una canción, o leen una frase, o ven algo que empata perfecto con lo que necesitan en el momento. Algunos las llaman coincidencias, pero yo creo que son pequeñas pruebas —señales— que aparecen como la ventana de advertencia en la compu antes de borrar un documento, como para asegurarnos de que eso es realmente lo que queremos hacer.

Yo vivo en constante batalla con esto. Como auténtica librana de personalidad justiciera y noble (parece que me echo flores, pero no es tan bonito, créanme), siempre  quiero lo mejor para todos, a veces me incluyo y otras no. Incluso, he llegado a justificar acciones y personas que me han lastimado por ver la señal equivocada.

Años me ha llevado aceptar que ando por ahí buscando ese tipo de mensaje divino que me haga reaccionar, cuando hay millones de mensajes humanos a los que nunca hago caso. Seguramente no me pasa solo a mí.

PUBLICIDAD

Jamás le quitaré el mérito a la forma en que la vida se acomoda —a su extraña manera— para que  las cosas sucedan, no creo en las casualidades, y quizá el error esté en que a todo le he querido encontrar un ‘por qué’ y un ‘para qué’. A veces las casualidades son la mejor señal. Cosas que se dan y que no necesitan explicación, simplemente son.

Pero como todo en esta vida terrenal, descifrar esas señales requiere un poco de conciencia y materia gris. No debemos adjudicarles nuestras decisiones equivocadas a un grupo de acontecimientos circunstanciales. Y, siendo honesta, a veces me dejo llevar por lo más conveniente y menos real. Por lo que sé que al final quizá me duela menos o me cueste menos trabajo.

En fin, todo en el mundo es interpretado de diferentes formas y quizá lo que para mi es una señal, para ti es solo una casualidad o coincidencia. Aquí lo que realmente funciona es evaluar las posibilidades. Que un espagueti esté bien cocido, no significa que los demás lo estén también. Una situación incómoda en tu relación, no determina el éxito o fracaso de la misma. Lo mismo aplica en un mal día de trabajo o en un mal día en general.

Las señales son señales, pero no dejan de ser pasajeras. Y si acabas de recibir un mensaje de alerta, entonces detente, evalúa y relájate, que pronto tendrás la respuesta que necesitas.

Gracias por ser, estar y compartir.

😉

PUBLICIDAD

Tags


Lo Último