Hace casi un año me independicé del cobijo familiar. Fue como ese miedo bonito cuando se aproxima un cambio que te hace dudar, pero al mismo tiempo te anima. Tener el apoyo de mi familia y amigos lo hizo más fácil, además de que no pude haber encontrado un mejor lugar para vivir.
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El proceso fue escabroso, y hasta la fecha de repente tengo unos días terribles en donde por poquitito le hablo a mis papás para que me hagan un campito. La verdad siempre he sido apegada a mi familia, ¡sufro cuando me tengo que despedir! Hago dramas y todas esas cosas como la primera vez que mi mamá me dejó en el kínder. Pero bueno, esa es otra historia.
Lo que les quiero platicar, es cómo sobreviví (o intento sobrevivir), porque de pronto parece divertido y muy cool, digo ¡vivir sola, wow! Pero si tú estás en las mismas o estás a punto de dar el paso, es complicado… sí, lo es. Porque una cosa es salir de tu casa en matrimonio o “arrejuntada” con el novio, novia o amiga/o y otra muy distinta es sola, tú y tus monstruos.
Estas son algunas cosas con las que he tenido que lidiar y cómo las he resuelto. Empecemos, pues.
Mi primera noche
Si eres afortunada como yo, la primera noche la pasas ya instalada, sin cajas ni desorden. Yo ya estaba puestísima con recámara, cocina, baño, sala y comedor. El día del cambio fue pura emoción y con esa cosquillita de ya querer ver todo puesto muy hermoso. Pero cuando todos se fueron y cerré la puerta, pensé “¿y ahora?“.
Primero, conocí la vida nocturna de mi vecino de arriba (hasta la fecha me odia). Al principio, prendía la tele para escuchar ruido, porque cuando estás sola y en silencio, empiezas a pensar cosas raras y no es nada agradable.
Algo que funciona para sobrevivir a la primera noche y las de todo el primer mes, es dormir en la misma cama de siempre, con la misma almohada y la misma pijama. Es como dejar el biberón: poco a poquito. Mientras menos radical puedas ser en el cambio, mejor.
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Un lugar extraño
Los primeros meses fueron de drama total. Llegaba de la oficina a prender la tele, la luz y a llorar. Extrañaba platicar con alguien, escuchar las historias locas de mi mamá y comerme las sobras de la comida del día. No me caía el veinte de que ese lugar era mi casa. Todos los días quería tener gente ahí para sentirme acompañada.
La solución fue ir al súper. No es broma. En la siguiente quincena me pasé de la raya con las compras. Compré como si viviera con una familia de cuatro; llené el refri hasta que ya no cerraba el pobre, compré todo lo que se me iba antojando en cada pasillo. Estuve a punto de comprar el mismo aromatizante de mi casa anterior, pero escogí uno nuevo para darle una personalidad propia a mi nuevo hogar. ¡Funcionó perfecto! Ver cosas que solo me gustaban a mí en la alacena me hizo sentir mucho mejor.
La comida sabe raro
Mi mamá es la mejor cocinera del mundo, ¡y ya no estaba! Desde un principio tuve claro que yo no sería la típica soltera independiente que vivía de comida congelada y sopas instantáneas. Y lo he cumplido. Soy muy noble con la comida, cero mañas. Pero decidí que no iba a cocinar para mi sola, además – aunque no lo crean – sale más caro. Así que la opción ha sido comer fuera de casa –sanamente – con un presupuesto de $50.00 diarios, y los fines de semana cumplirme algún caprichito gourmet. Eso sí, desayuno en casa porque ¡soy la reina de los omelettes!
Independencia emocional
Ahora entiendo que nunca vas a ser cien por ciento independiente si mantienes apegos emocionales. Extrañar es normal, pero después de tres meses de golpes de pecho por estar sola, tuve que reaccionar y cerrar ese ciclo.
Es duro descubrirte sola, es como si tus escudos desaparecieran y cualquier cosita la sientes a flor de piel. Estaba más expuesta que nunca a todo. De repente pesaban mucho más las cosas negativas, me daba cuenta de lo que me faltaba, vivía en un estrés constante y hasta me aburría.
Tengo demasiados apegos y sigo trabajando en ellos, pero trato de mantener a mi gente cerca con llamadas o mensajes. No hay día en que no hable con ellos, o ellos me busquen. Entonces aprendes a que ni siquiera tu familia debe estar a tu disposición. La única forma de deshacerte de los apegos, es estando totalmente satisfecha con tu vida.
Vivir sola ha sido el paso en mi vida del que más me he sentido orgullosa. Ese sentimentalismo que me llega de la nostalgia me sirve para darme cuenta que hice algo que muchos no se han atrevido por comodidad o miedo.
Vivir sola es más que no tener un horario o dar explicaciones. Es una libertad única que te llena de responsabilidades que después te empiezan a gustar, y no me dejarán mentir. Pero acá entre nos, daría lo que fuera por regresar a mis 15 años, todos los días, al comedor de mi casa después de la escuela.
Gracias por ser, estar y compartir.