Desde tiempos prehispánicos, el papel amate ha sido especial. Antes se utilizaba para plasmar códices, como material para curar el espíritu. Ahora se trata de una artesanía más buscada por turistas, algo que ha llevado a este árbol a una escasez extrema.
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En el pueblo de San Pablito, Pahuatlán — perteneciente al estado de Puebla, México —, los artesanos del papel amate enfrentan una crisis por la tala clandestina del jonote (amate). Años atrás era muy característico de la zonza, se le encontraba en cantidad importante en campos, en el monte y en los caminos. De acuerdo con Alfonso Santos, artesano local, ahora sólo quedan unos cien ejemplares.
Aún con la carencia de material, los artesanos lo necesitan para comer y seguir produciendo. Para abastecerse de material, los productores autóctonos compran la madera de manera clandestina. Llega de Veracruz, entre 3 y 4 de la madrugada, 3 noches por semana. De acuerdo con Santos, “los policías estatales se la llevan -la corteza- por un precio que oscila entre 7 y 8 pesos el kilogramo”.
El ámatl o papel amate se fabrica desde la época prehispánica en Mesoamérica y, actualmente, sólo se consigue en San Pablito. Es una especie de tela, en la que se escribe o se pinta algún mensaje; anteriormente era destinado para códices, para ofrendas o utilizado por los chamanes para hacer curaciones.
El papel amate se prepara de forma artesanal, aplastando las cortezas de distintos monotes, blanco (ficus cotinifolia) o rojo (ficus padifolia), que se cuecen con cal. Como resultado se obtiene un papel de diferentes gamas de colores que van del marrón oscuro hasta el amarillo paja. Actualmente, se utilizan otros elementos en su elaboración – algo que representa un impacto en la zona.
- Sosa cáustica, utilizada en productos de limpieza.
- Cloro, para dar consistencia y blanquear la pulpa.
Estos químicos terminan en el drenaje de la junta auxiliar, según afirman los artesanos.
Por desgracia, la producción del papel amate es la principal actividad económica de la junta auxiliar de San Pablito. Ellos sólo se dedican a producir sus artesanías, para que el turista y los intermediarios lleguen a regatear el precio por pieza — que oscila en 35 pesos.
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La falta de información y apoyos por parte del gobierno, hace que los artesanos del amate se enfrenten a una crisis. Por un lado se les acusa por perjudicar al medio ambiente y, por otro, el gobierno ni siquiera conoce la existencia de las vedas.
De acuerdo con un estudio realizado por el Colegio de Posgraduados (Colpos) del Estado de México, el 83 por ciento de los artesanos no desarrollan una práctica de conservación del árbol. De la misma forma, 6 de cada 10 productores desconocían o no respetaban la imposición de la veda que se programa durante la cosecha del café. Mientras tanto, en San Pablito se corta y compra amate todo el tiempo.
Por lo pronto los artesanos han comenzado a sembrar, pero les hace falta apoyo, viveros y recursos. El dinero que ganan por su trabajo no es suficiente; apenas, les alcanza para comer y para comprar más corteza.
Efectivamente, el pueblo Otomí de San Pablito requiere apoyo del gobierno o de algún grupo de conservación, que les ayude a aplicar un modelo sustentable para su artesanía. El papel amate significa una herencia de nuestros antepasados, que poco a poco se ha ido desvirtuando por el capitalismo, como la artesanía del recuerdo o la curiosidad para regalar. Este es un llamado para rescatar un elemento de nuestra cultura.