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Qué es (y qué no es) la ansiedad

Si nunca has sufrido una crisis de pánico, puede ser que creas algunos mitos sobre este trastorno. Debes saber que se trata de algo muy común, y que un comentario torpe puede afectar mucho a quien lo padece.

Según la RAE, la ansiedad es “la angustia que suele acompañar a muchas enfermedades, en particular algunas neurosis, y que no permite sosiego a los enfermos”.

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Según una enferma de una de estas tantas enfermedades (yo), la ansiedad son pterodáctilos en vez de mariposas en el estómago; es miedo, o más bien pánico, de las cosas más anodinas; es remordimiento que te aplasta, culpa sobre lo que es tu culpa y lo que no lo es también; es caminar en una cuerda floja entre la depresión, las adicciones y ¿el suicidio?; es el miedo de lo que los demás dirán, y de lo que no dirán también.

Explicar la ansiedad a alguien que no la sufre es complicado, porque no tiene argumentos lógicos. Como el amor o la admiración, la ansiedad se siente, no se decide. Y muchas veces, quienes la sentimos tenemos también la necesidad de expresarla, porque a ratos se vuelve tan grande que toda nuestra energía gira en torno a ella. Quien no ha sufrido nunca de un ataque de pánico tiende a creer algunos mitos sobre este trastorno.

Estas son las cosas que nunca debes decirle a alguien preso de una crisis de angustia:

“Intenta calmarte”

Estás partiendo del hecho de que la ansiedad no es para tanto, y que puede controlarla. No es así. Decirle a alguien en una crisis que está exagerando es un factor más para que caiga en depresión o se refugie en alguna adicción.

“Tienes que superar lo que te causó ese trauma”

La ansiedad no viene necesariamente de una infancia tristísima ni de un hecho traumático en el pasado. Por supuesto que haber vivido una experiencia muy difícil puede dejar rastros como la ansiedad, pero no es la única causa y personas que tienen todas las razones del mundo para ser felices pueden padecer de ataques de angustia. Precisamente por eso, las terapias para tratar este trastorno se basan en el presente, y en reconocer los pensamientos que nos encaminan a una crisis para evitarla antes de que empiece, pues llega un punto en que ya no hay vuelta atrás.

“Evita lo que te da miedo y ya”

Si te da tanto miedo el perro, pues no te acerques. Suena lógico, ya que el miedo es una reacción instintiva al peligro. Pero el pánico y la ansiedad es cuando percibes como muy peligroso algo que no necesariamente lo es. Una persona que sufre de ansiedad debe, al contrario, enfrentar estos miedos. El secreto está en no forzarlo tampoco, recuerda que no tiene control sobre ese sentimiento y debe tomarse su tiempo para asimilar que “no pasa nada”.

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“Tómate un trago para que se te olvide”

¿Sabes qué va a contestar? “Sí, dame siete”. Puede parecer que un buen whisky en las rocas tranquiliza la angustia pero es pasajero. Lo peor es que, con la resaca, los síntomas de ansiedad también se acentúan y es en estos momentos en que caemos en la paranoia y la depresión agudas.  Ahí puede comenzar el círculo vicioso de tomar o consumir más drogas para volverse a tranquilizar, es por esto precisamente que con la angustia vienen muchas adicciones.

 

¿Y que sí se le debe decir a alguien que sufre ansiedad? Se trata de ser empático. No minimices sus sentimientos, aunque tampoco le ayudes a acelarar la crisis exagerándolos. Si te dice “estoy angustiado porque no tengo trabajo y hace mucho que lo busco” es más afortunado contestar “te entiendo, no saber cómo pagarás tus recibos debe ser muy angustiante” a “no te preocupes, seguro sale algo”. De la misma forma, un “me siento solo” o “siento que todos me odian” no debe tener por respuesta “tú vales mucho y mereces respeto” sino un “es difícil darse cuenta de que sólo contamos con nosotros mismos”. En pocas palabras, si quieres ayudar a una persona con ansiedad, valida y vencerás.

 

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