Moda y Belleza

Normcore: lo más cool del momento es no ser cool

Usar la ropa menos sobresaliente y básica, comprarla en el súper de preferencia: lo de hoy es el normcore.

Aunque selfie es la palabra de moda, el término normcore comienza a invadir los blogs y las redes sociales: una tendencia que consiste en no parecer cool ni moderno, precisamente para alcanzar el apogeo del coolness y la modernidad. La pretensión colmada que se muerde la cola, el laberinto de la intrascendencia, llevado al estilismo.

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El Urban Dictionary define así el concepto:

Subcultura basada en la adopción consciente y artificial de elementos demasiado extendidos, cuya aceptación está comprobada o se considera inofensiva. Utraconformismo.

De acuerdo con la misma fuente, la palabra se usa para referirse a gente “peligrosamente normal, que se viste sólo con con jeans y camisetas, que usa el slang de otras subculturas, pero sólo tres años después de que fue usado por primera vez, y sólo después de que fue usado en una sitcom“.

La ordinariez, un defecto imperdonable para aquellos que buscan convertir cada uno de sus actos en un manifiesto, en una declaración de originalidad (como si tal cosa fuera posible), se instala en el guardarropa en forma de parámetro estético. Por lo tanto, el normcore intenta reproducir los looks  más triviales, como los que vimos en los personajes de Seinfeld y en Steve Jobs.

No se trata tanto de elegir ciertos elementos, sino de acomodarlos de tal manera que sobresalgan por poco sobresalientes. Bien lo dicen los expertos:

Algunas de las prendas estandarte del normcore (las chanclas Adidas, los chinos) están también en la cúspide del estilo hipster.

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Esos looks en que todo está calculado, en que los detalles riesgosos y las prendas de diseñador coexisten en un frágil pero efectivo equilibrio, encuentran la contraparte en el normcore. Ahora el propósito es conseguir un estilismo insustancial que, de acuerdo con Carmen Mañana de Icon (El País), será la solución para diferenciarse del resto:

El normcore parece así un efecto secundario de la mainstreamificación del hipsterismo, o al menos algunos de sus códigos más representativos, como camisas de cuadros o deportivas New Balance. Si todo el mundo es especial, ya nadie lo es. Siguiendo la esquizofrénica lógica que mueve la moda, cuando la mayoría busca la originalidad, la única forma de diferenciarse (y por ende, de ser cool) es… evitándola. Ser como los demás para ser único.

Igual que otras tendencias en la moda, el normcore es una forma de querer parecer. El estilismo siempre ha sido uno de nuestros recursos más preciados para construir versiones de nosotros mismos. El partidario del normcore dice mediante sus elecciones de vestuario: “Soy tan anormal y auténtico que para parecer común y corriente tendré que disfrazarme”. Ya ven que la modernidad reúne un conjunto abrumador de empeños estériles.

La diferencia entre una señora que se pone una camiseta polo y unos Crocs, y un hipster disfrazado, es la intención. “Yo puedo darme este lujo”, piensa el ocioso normcore, “en alguien tan cool como yo, esta camisa comprada Walmart funciona como una especie de revelación”.

Los pants y los zapatos feos no resuelven ningún conflicto estético por sí mismos, pero los suéteres de Isabel Marant tampoco. De todos modos, vestirnos es disfrazarnos: siempre hay declaraciones de por medio. Sería amable de nuestra parte no esperar que éstas tengan alcances definitorios.

Se me ocurre una idea: que los partidarios del normcore elijan a Lammily, la muñeca que pretende competir con Barbie, como su santa patrona. Su ropa está que ni mandada a hacer para tal requerimiento.

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