La pornografía puede abordarse desde diferentes perspectivas o trincheras. Para algunos es un mecanismo de violencia sexual contra la mujer; para otros, una vía para el empoderamiento.
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Hace poco encontré un video publicado por Anonymous, en que Shelley Lubben, exactriz porno, denuncia los abusos de la industria. Después de visitar el sitio web de Lubben, me pareció que su cruzada antiporno es un buen negocio basado en el mismo modelo que condena, sin mencionar los argumentos moralistas que se leen en cada post.
Por otra parte, ayer leía las declaraciones de una estudiante del primer año en la Duke University, quien también es actriz porno. Firma como Lauren A. (aunque en la pantalla se hace llamar Aurora) y asegura sentirse “feliz y realizada”, dueña de sus decisiones, aceptada en su bisexualidad:
Es liberador, es emancipador, es maravilloso, es como el mundo debería ser.
Lauren A. comenzó a hacer porno para pagarse la universidad y dice haber encontrado en la industria una comunidad de “honestidad y aceptación”.
Para ella, las actrices porno pueden ser “mujeres ejemplares que transgreden la norma”. De hecho, se ve a sí misma como una “amenaza al patriarcado”, pues su educación y su inteligencia en combinación con su apertura sexual la vuelven poderosa.
Es evidente que las opiniones encontradas de Shelley Lubben y Lauren A. se deben a la experiencia de cada una. Pero, a grandes rasgos, ¿las actrices porno son mujeres abusadas y sometidas o echan mano de su libertad sexual y hacen frente a la pantalla justo lo que quieren y deciden hacer?
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El porno, un trabajo como cualquier otro
Tuve una conversación virtual con Estefanía Vela, estudiosa de la sexualidad en relación con el derecho y otras expresiones, del porno al arte. Su sitio de Tumblr es un referente en el tema, así que le pregunté qué opinaba del asunto y, después de leer sus respuestas llegué a algunas conclusiones, construidas a partir de los nortes que me dio:
- Shelley Lubben denuncia abusos que seguramente son reales, suceden en la industria pornográfica, lo cual resulta lamentable. Pero eso no niega la existencia de actrices porno que disfrutan su trabajo.
- La palabra clave es trabajo. Trabajo con el cuerpo, trabajo sexual. Algunos testimonios de Stoya y Sasha Grey se centran en el trabajo sexual como algo que puede disfrutarse.
- La única diferencia entre el trabajo sexual y los otros empleos está en el tratamiento social y jurídico que se les da.
- Existe una tendencia generalizada a no creer en los argumentos de quienes ven en el porno una experiencia conveniente o liberadora. Las denuncias de quienes sufren abuso o adicción, en cambio, suelen ser aceptadas, suenan verosímiles para la mayoría.
Entonces ¿porno como violencia sexual o como mecanismo de empoderamiento? Las dos cosas. Shelley Lubben, igual que otras actrices, otros actores, ha tenido malas experiencias, porque el abuso es una realidad.
Sin embargo, no podemos hablar de una industria pornográfica, sino de varias. Habrá empresas, ambientes más “amables”, comprometidos con la seguridad y la comodidad de sus trabajadores, de manera que existen testimonios relacionados con la liberación y el empoderamiento, como el de Lauren A.
Y también habrá abusos. Debemos preguntarnos cuáles son sus causas. ¿No les parece que, en lugar de la prohibición, lo que hace falta es una regulación adecuada?
[Agradezco a Estefanía Vela el tiempo, las opiniones y los enlaces, con los que intenté darle forma a este post.]