Navidad ya se acerca. Desde octubre que las grandes empresas y supermercados nos recuerdan que el 24 de diciembre debemos comprar regalos y endeudarnos para hacer felices a los niños, a nuestros padres, a los amigos… que ironía.
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Si recordamos bien, lo que realmente celebramos es el nacimiento de Jesús, humilde en un pesebre, junto a sus padres rodeado de animales, los ángeles le cantaron y los pastores le regalaron lo poco que tenían: leche, algún cabrito, queso quizás. Y nosotros, olvidando todo eso, celebramos al dios del consumismo.
Si bien es bonito tener una fecha en la cual damos y recibimos regalos, debemos pensar qué significan. Se supone que con un regalo estás diciendo que esa persona te importa, y en el día de hoy, parece que mientras más caro el regalo, más quieres a la persona.
O si le regalas todo lo que pide tu hijo, eres mejor padre (y más aún si te pide regalos carísimos que nadie más va a tener, y que luego de un tiempo va a estar juntando polvo en algún rincón olvidado). Siento matarles la ilusión, pero Papá Noel no está en Polo Norte, si no en fábricas contaminantes con cientos de trabajadores probablemente explotados que trabajan muchas horas por unas cuantas monedas para sobrevivir con sus familias.
Pero cuando das un regalo que no es comprado en las grandes tiendas, sino que es algo que has hecho tú mismo, muchas veces la persona que recibe el presente lo aprecia más, porque le estás diciendo que dedicaste tu tiempo, tus energías y amor especialmente para ella, que no fue algo que viste en una vitrina y simplemente intercambiaste por billetes. No. Es algo que nació de ti y tiene una parte de ti.
O si no eres muy habilidoso, puedes conseguir regalos muy lindos en ferias a artesanos, o puedes regalar un árbol, una flor, una plantita, o adoptar una mascota y regalarla, con el compromiso de que no sea un juguete más, si no un ser vivo que debe ser bien cuidado y amado.
Si queremos que las personas dejen de ser consumistas, debemos empezar por nosotros. No regales grandes productos de las tiendas, regala abrazos, sonrisas, momentos felices. Las cosas más simples son las que más alegran la vida, y los buenos momentos son los que dejan una huella imborrable en nuestro corazón.