Ser adicto al trabajo no debería ser una cuestión que se juzgara por si está bien o mal. Sabemos que en efecto todo exceso hace daño, sin embargo, es natural que una pasión se convierta en una necesidad, un motivo de superación, de ser mejores personas, de sentirnos útiles, de servir.
PUBLICIDAD
Alguna vez escuché que habían dos tipos de personas, las que se quejan de los lunes y las que realmente aman lo que hacen. Algunas afortunadamente logramos ser de las segundas y no necesitamos realmente separar nuestra vida personal de la profesional, porque sabemos perfectamente que se complementan.
Cuando leí las razones por las cuales una chica decidió no separar el trabajo de su vida personal, me sentí completamente identificada. En ellas deja claro que quienes lo hacen, por lo general sólo están esperando que sus jornadas laborales terminen desde las 9am o que ruegan por que llegue el viernes desde el domingo, haciendo sus días miserables y prácticamente una carga; cuando en realidad lo que deberían hacer es intentar involucrar aprendizajes profesionales fuera y dentro de una oficina, estimar la productividad y el tiempo invertido en lo que hacen; tiempo, que nunca tendrán de nuevo para aprovechar.
Ayudar e incluso divertirse (les pasamos hace poco tips para hacer su trabajo divertido), son algunas de las pasiones que mueven a los “adictos al trabajo” y si para ello tienen que invertir desveladas, madrugadas y hasta fines de semana no importa, al contrario, lo hacen con gusto. Sí, también tienen ambiciones, como la mayoría de las personas incluso las que sólo esperan la hora de salida, la diferencia es que para ellos es más difícil conquistarlas.
Considero que deberíamos dejar de juzgar fuertemente a quienes viven para trabajar, porque para ellos no es un trabajo lo que hacen, es su modo de vida. Al contrario, apoyarlos mostrándoles cuáles son los límites naturales de culquier situación en la que como mencioné al inicio, podría caerse en un exceso.
Foto: John Loo en Flickr
Fuente: levoleague.com
