La polémica Lindsay Lohan no siempre fue tachada por sus problemas de alcoholismo y drogadicción. Hubo una época, en la década pasada, en que todas nosotras deseábamos ser como ella. Formaba parte de “las nuevas Britney” (junto con Hilary Duff, por ejemplo).
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Pero su carrera comenzó a dar un giro inesperado cuando se decidió a protagonizar Chicas pesadas (2004), comedia en la que Lindsay (junto a Rachel McAdams, Amanda Seyfried, y Lacey Chabert) interpreta a una chica nueva tanto en la preparatoria como en el drama que rodea a la misma y, sin embargo, las chicas pesadas de la escuela le ofrecen sentarse en la cafetería con ellas.
Lo que mucha gente, no obstante, ignora es que las chicas pesadas no son criaturas mitólogicas de este chick flick. Las chicas pesadas existen día a día entre nosotros, y sobre todo en las escuelas preparatorias.
Aunque, ante mi experiencia, debo admitir que las chicas pesadas reales no cuenta con un burn book ni se visten los miércoles de rosa, sino con una burn mouth y los miércoles muy probablemente habrán bebido demasiado por la tarde.
Pero, desmintiendo estereotipos, algo que esta nueva generación está marcando impalpablemente es la naturaidad de las “chicas pesadas”. Es decir, las rubias creerán tener ese derecho por nacimiento, pero la realidad es que en la preparatoria no importa qué tan bonita seas, sino a quién conoces. (Futuros PR de éxito, seguramente.) Las chicas pesadas son aquellas mujeres jóvenes que, con demasiada actitud, se sienten las reinas de la escuela, y se niegan (rebeldemente) a que cualquiera les diga lo contrario.
En un contraste con Mean Girls, desde luego, se presenta en la vida real cómo vas dándote cuenta gradualmente que debes aceptar tus errores y cambiar tu altanera actitud si es que quieres llegar lejos profesionalmente (aunque este caso les llega a las verdaderas mean girls con el tiempo).
Foto: Calibermag.org
