En todos los principios de las relaciones, a mi parecer, se es un poco stalker. Directa o indirectamente, de alguna manera terminas observando sigilosamente a la persona de tu interés. Eso, claro, viéndolo del lado romántico; más allá como en la secundaria. Y es que hoy en día, por supuesto, las redes sociales nos han acaparado este pequeño espacio cursi para que ahora incluso podamos obtener mayor información con tan sólo un vistazo.
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No tengo ni que mencionar a nuestro fiel aliado: Facebook. Aseguro que más de una de ustedes ha visitado el perfil de su novio, casi novio, o incluso exnovio más de una vez. Por mera curiosidad, desde luego, pero transformándose esa curiosidad en celos en el preciso momento en que nos encontramos con una publicación femenina en su muro: ya sea una foto, unas cuantas palabras, o un vídeo que demuestre que a esa mujer la tiene (quizá en el olvido, pero la tiene).
Basta con un motivo, una razón, una sola coincidencia o despertar de estos celos para que nos enviciemos en ello o, en el caso contrario, basta que tu pena de hablarle a esa persona se haga cada vez más grande y te consuma en tu chequeo eterno de sus redes sociales para que… Hola, stalker.
Pasa de repente y he notado que es algo adictivo e involuntario. Vas a Twitter, vas a Facebook, vas a Tumblr: ves, sin siquiera planearlo, todo aquello que tus amigos o conocidos (y a veces desconocidos) tienen que decirle al mundo. (Y, por ello, a veces no hay que ser tan transparentes en las redes sociales, sobre todo en cuanto a relaciones se refiere.)
En los peores de estos casos, algún día tus pulgares no tendrán la misma destreza y, muy a tu pesar, darás like a lo que no debes. A una foto. Del 2010. (O, peor aún, del 2007. Sí, le sucedió a la amiga de una amiga cuando le gustaba un tipo del gimnasio. Y hasta la fecha no puede verlo a la cara si es que se topa con él en las caminadoras.)
Sin embargo, creo que detrás de todo ese stalkeo y más allá de todos los celos que pueda provocarte involuntariamente esa persona, está el interés: quieres conocer más de él o de ella, quieres saber qué le gusta, quieres saber qué está haciendo, quieres conocer a las demás personas que significan algo importante para su vida y, digo, es que incluso ya tenemos familiares en Facebook. Es importante recordar que hay un sentimiento un poco cursi fuera de todas esas veces en que nos adjudicamos tweets, estados, e incluso imágenes reblogueadas.
Ah y, por prevención, les aconsejo que no stalkeen fotos o publicaciones viejas desde un dispositivo touch. Por precaución. (Un consejo mío que, desgraciadamente, para mi amiga llegó demasiado tarde.)