La bicicultura en Brasil es muy poderosa, es por eso que se organizan para que el ciclista sea respetado y la bicicleta una herramienta de la sustentabilidad. Vimos cómo los activistas hicieron campaña para que las bicicletas fueran tema en Río +20 y cómo un servicio de arriendo de bicicleta público ha hecho que las bicicletas se tomen las calles de Río de Janeiro y den la lucha contra la dominante cultura automovilística de la ciudad.
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Por otra parte, al igual como lo vimos en Chile, hay cuadrillas “trazacalles” que dibujan ciclovías mientras se pedalea.
La protesta pública es una ritualización del descontento que de no haber tanto no tendría para qué acontecer. Pero no queda otra. El tiempo ha demostrado que presionando de esta manera se consiguen reivindicaciones y cambios en el modelo, en este caso de la movilidad urbana.
Que Holanda tenga el nivel de ciclovías que hoy tiene, no es casualidad. Fue un fuerte movimiento en la década de los setenta del siglo pasado, la que legó para el país el sistema de rutas y el fomento de la bicicleta como un transporte urbano predominante.
Los gobiernos necesitan un empujoncito a veces de parte de los ciudadanos 😛