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Top 5: Las mejores historias de pateados contadas por nuestros lectores

Aquí los post más votados de la encuesta “Y a ti ¿Cómo te patearon”

Quedamos muy contentos con la excelente respuesta que obtuvimos de nuestros lectores en el debut de nuestra nueva sección de encuestas.

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Más de 30 lectores se atrevieron a compartirnos insólitas e inolvidables formas en los que fueron pateados, por lo que a continuación les dejamos una selección con los 5 post más votados por ustedes y también el de aquellos que notoriamente se invirtió tiempo y dedicación.

Lola Pelusa

“A ella la iba a invitar a un recital (Lollapalooza pasado), pero antes de que le mencionara sobre la invitación, me dijo que se sentía muy mal y que no tenía ganas de salir.
Yo fui al concierto y de repente la vi y la fui a saludar, pero ella se puso extremadamente nerviosa. Al segundo me llevó a otro lado y me pateo ahí mismo, en el acto. Pensé…”¡Pucha, será! Quizás está de mal humor por algo” (wn inocente)
Al rato me enteré que fue con otro cabro y no con el grupo de amigas que me había dicho cuando terminó conmigo, y para peor, después la veo de los más cariñosa con el cabro. Me bajo la depre y me fui del Lollapalooza… ¡Maldita Bitch!”

Andrés

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El Auto Pateo

“Yo me patié sola xD.
El susodicho no tuvo el valor de decirme que no me amaba y me empezó a tratar como las reverendas. Por lo tanto, asumí yo la decisión y terminé por mi propio bienestar :)”

 Lenneth 

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El Justo

“Técnicamente hablando, yo la patié.  Ella me fue infiel, pero no fue capaz de reconocerlo y me pidió un tiempo. Siempre he dicho que la vida es actitud, si quiero lo mejor, no aspiro a sobras ni a compartir lo que es mio (en lo sentimental),  por lo cual la patié, acto seguido me fui del depto que compartíamos y le dejé la mayoría de las cosas que habíamos comprado”. 

Kez0 

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Cartas Magic

“A mí me patearon (a los 16) por la razón más patética y ñoña que debe existir: Perdí una de sus cartas Magic y me odia hasta el día de hoy xD”

Danita

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“¿Por qué?”

“Creo en el destino y en las casualidades, pero en la suerte no sé si realmente, ya que de ella no tengo mucha.

No me considero una mina complicada, al contrario, soy de aquellas que no son celosas y muy capaz de entender cuando hay un partido de fútbol y puedo cambiar una obra de teatro por una escalopa kayser hecha por el susodicho.

Cuando llegó “esa” persona, que juraba y pateaba que era el verdadero (no sé si aún sigo pensando eso), todo el mundo se daba la vuelta para mirarnos porque hacíamos muy linda pareja, éramos cómplices, esa complicidad que uno siempre busca y le es difícil de encontrar.  Yo decía upa, él me respondía con un chalupa, nos complementábamos tan bien que estábamos siempre conectados.
Aprendí de otras relaciones el llamar por teléfono; no soy de las que los acosa con el “dónde estás”, “por qué no me has llamado”, “cuándo nos vemos”, al contrario, soy relajada.

Todo lo anterior me sorprendió notablemente “ese día”. Llegó a mi casa como de costumbre y yo toda ilusa pensé que iríamos a comer algo, pero no. Fuimos en auto, andando a 5 km/hr por los alrededores de mi casa, hasta que estacionó y me dijo – “YA”-. Como toda mujer, mi instinto se activó y salté con un – “¿YA?, ¿Querí terminar?”-, y respondió con un triste y silencioso “sí”. Ahí comenzaron las interrogantes: -“Pero… ¿por qué, qué pasó?”- y terminó con su respuesta, que fue más que un “no eres tú, soy yo”; – “si no estoy en la U, estoy contigo, si no estoy contigo, estoy en la U. No tengo tiempo para mí, estoy estresado con todo lo que pasa con los trabajos, la titulación, los exámenes, entre otras cosas”.

Más que la respuesta y el entender su postura, me dolía verlo llorar y que me abrazara y me dijera que él sabía que se iba a arrepentir de su decisión, pero lo que más me dolió, fue que cuando pregunté: -“¿ y qué va a pasar con todos los planes que tenemos, el futuro?”,- él me dijera, “Beca, esos planes ya no van a ser”-

…y sentí el frío clásico por la espalda, y comenzaron los tiritones. Luego de eso, traté de que no me afectara. Soy fuerte, pero para el gran amor que sentí por el, me costó enfrentarlo un poco, bastante en realidad. Lo más difícil de todo, es que a pesar de que pasen pololos/as, sin querer, el destino vuelve a juntarnos una y otra vez, no para volver a lo que fuimos en un momento, sino para vernos y que vuelvan todos esos cosquilleos de guata, esa sensación de ponerse nerviosa, de desear que aparezca de pronto en la casa y que te abrace como antes, que te bese por todo el rostro y que surjan, nuevamente, esas preguntas. “¿Por qué?”.

María Rebeca Arriagada 

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